Esta
mañana he conocido a un empresario del sur, del sector del automóvil y
vehículos industriales. Su grupo empresarial, en segunda generación (su padre
falleció hace unos años) tiene 26 empleados y factura más de 10 millones de
ellos. Tras la crisis, este empresario se juega todo su patrimonio, trabaja más
de 14 horas diarias y se deja el alma por sacar el proyecto adelante. Admirable
su iniciativa emprendedora, en uno de las industrias más competitivas e
innovadoras de nuestro país.
Hemos
hablado de finanzas, por supuesto, y de su plan de negocio, pero lo que más le
ha sorprendido a este gerente es que sus empleados pueden ser valorados
profesionalmente. Parece que el “assesment”, la valoración, es algo para otras
dimensiones (para grandes compañías) y para otros momentos (despidos,
fusiones). Sin embargo, como estamos en el paso del Capitalismo al Talentismo,
y el talento es “poner en valor lo que sabemos, queremos y podemos hacer”,
¿cómo ponemos en valor a las personas si no las valoramos previamente?
Hubo
un tiempo en que se puso de moda en Francia el “balance personal” e incluso los
sindicatos galos pedían a las empresas que valoraran profesionalmente a sus
trabajadores. Parece que, con la crisis, esto pasó al olvido. Una lástima.
Todas las personas que forman parte de una compañía deberían disponer de un
informe (actualizado anualmente) sobre el valor de su talento, en términos de
aptitud (conocimientos y habilidades), actitud (competencias), compromiso
(energía que le ponen al proyecto) y encaje cultural (cultura corporativa,
clima laboral, cooperación y compensación).
Estamos
en una nueva era en la que, según Baruch Lev (catedrático de contabilidad de la
NYU, Universidad de Nueva York) la contabilidad tradicional apenas explica el
5% del valor de una empresa (sea pyme o sea grande), en el que el 98% de ese
valor depende de intangibles: Capital Humano, Marca, Capital clientes y
Expectativas de futuro, y en el que no analizamos ni medimos ninguno de esos
activos intangibles, empezando por el capital humano.
Las
ventajas de valorar a los empleados en términos de una cultura más
meritocrática son evidentes: así podemos elevar la rentabilidad (el ROI) de las
acciones de formación y desarrollo, porque no “matamos moscas a cañonazos”,
sino que las individualizamos en función de las necesidades. Podemos
promocionar a quien más vale. El Liderazgo (talento para influir decisivamente
en los demás) se refuerza. Y podemos realizar “conversaciones de carrera” más
coherentes y consistentes, trascendiendo las evaluaciones de desempeño
monótonas y rutinarias.
Disponemos
de herramientas como el LEA (en inglés, Análisis de la Efectividad del
Liderazgo) y el Hogan, que son científicas, predictivas, eficientes, probadas
en centenares de miles de directivos de todo el mundo. Con todas estas
ventajas, me imagino que la resistencia a valorar el talento de los empleados
(y así tratarles con mayor dignidad y respeto, como personas realmente valiosas
y no como meros recursos intercambiables) puede provenir de la ignorancia y de
direcciones de recursos humanos retrógradas, sin visión de negocio, que
prefieren la “paz social” (que no haya líos en la empresa) que seguir las
prioridades de la dirección: crecimiento rentable, excelencia en el servicio,
productividad, eficiencia y sostenibilidad.
Se
decía en el lejano oeste que había dos tipos de pistoleros: los rápidos y los
muertos. En el mundo empresarial, dominado cuantitativamente por las pymes, hay
dos tipos de compañías: las que valoran de verdad a su talento (y generan
sinergias que aportan valor al cliente) y las que no (aunque su discurso sea
“moderno”), que están muertas, sin futuro, y no lo saben todavía.
En la
“Skills Revolution”, la Revolución de las Competencias que ya estamos viviendo,
con la “Learnability” (Aprendibilidad) como clave, contar con tu valoración
como profesional resulta imprescindible.
Por
la tarde, a partir de las 7,45 he estado en Aranjuez con una familia de
empresarios que llevan una compañía de 40 años de antigüedad, segunda
generación, con un plan sanamente ambicioso para los próximos años. Se han
dotado de misión, visión y valores como base de su estrategia. Y en los
próximos meses, dada la importancia del talento en su organización, van a avanzar
en esa línea, además de su propia valoración como empresarios y la
complementariedad entre ellos. Esa es la verdadera profesionalización en
nuestros tiempos.
Mi
profunda gratitud a est@s empresari@s que sacan a nuestro país adelante, como
debe ser.
La canción
de hoy, en homenaje a mis amig@s y una deliciosa cena en El Juli, es el ‘Aranjuez
mon amour’ en la versión de Nana Mouskouri: www.youtube.com/watch?v=frKNM5W64tY
Etiquetas: Assesment, Talento, Valoración