(Pen)último domingo de piscina en casa, en Madrid. El otoño se acerca.
Hoy quiero rendir homenaje a dos estupendos economistas españoles que
han publicado sendos artículos estos días. Se trata de Manuel Conthe y de Jordi
Sevilla. En este país nuestro, con tantos “opinantes”, da gusto leer y escuchar
a expertos de verdad (en este selecto grupo incluyo, por supuesto, a mis
admirados Emilio Ontiveros y Antonio Pulido, maestros de la Autónoma de
Madrid).
Manuel Conthé publicó en su blog ‘El sueño de Jardiel’ la entrada “La
maldición de saber” (www.expansion.com/blogs/conthe/2017/08/29/la-maldicion-de-saber.html).
La iniciaba con una pregunta: ¿Es fácil adivinar cómo
piensan sobre un asunto quienes tienen menos información que nosotros? ¿Somos
capaces de ponernos en su situación?
La psicóloga Elizabeth
Newton, doctora por la Universidad de Stanford, lo probó en el famoso
“experimento de las canciones” (1900). A un grupo de estudiantes les pidió que
pensaran en canciones muy populares (como Happy Birthday o Yankee
Doodle) y que, sin cantarlas, dando solo golpecitos para reproducir su
melodía (tapping), trataran de que el otro grupo adivinara la canción.
También les pidió que, antes de hacerlo, estimaran la probabilidad de acierto.
En promedio los tappers pronosticaron que el 50% de los oyentes (listeners)
la adivinarían. En la práctica, sin embargo, los oyentes solo identificaron 3
de las 120 canciones (el 2,5%). En un experimento posterior Newton incluyó a un
tercer grupo, los observadores, que conocían de antemano la canción que el tapper
iba a reproducir; y, de nuevo, los observadores estimaron en el 50% el
porcentaje de aciertos. Conclusión: muchos tappers señalaron que
"oían" la melodía e incluso la orquestación de las canciones
que estaban reproduciendo, mientras que la mayoría de los listeners solo
habían percibido una inconexa sucesión de golpes a los que era difícil atribuir
sentido. En 1989 tres economistas -Colin Camerer, George Loewenstein y Martin
Weber- rebautizaron ese fenómeno, que habían constatado en transacciones
económicas, "la maldición del
conocimiento" (curse of knowledge): cuando sabemos algo, nos
resulta muy difícil ponernos en el lugar de quien no lo sabe. En consecuencia,
"al predecir los juicios de otros, los agentes son incapaces de ignorar la
información adicional que ellos mismos poseen".
Para Conthe, “Camerer
y sus colegas llegaron a la paradójica conclusión de que la "maldición del
conocimiento" puede mitigar los problemas de "información
asimétrica" que ocasionalmente se dan en los mercados cuando uno de los
contratantes tiene más información que el otro (por ejemplo, venta de un coche
de segunda mano o colocación de una emisión de valores por los bancos que
aseguran su colocación). La razón es que el agente mejor informado será incapaz
de ponerse en la situación del peor informado y, en consecuencia, ofrecerá un
precio que refleje en parte esa información que solo él posee (así, por
ejemplo, el vendedor de un coche con problemas indetectables lo ofrecerá a un
precio que refleje en parte tales problemas, como si el comprador los
conociera).
Efectivamente, “la frecuente equivocación de
creer que lo que nosotros sabemos "lo sabe todo el mundo" y de que lo
que decimos es fácil de comprender por quienes nos escuchan está en el origen
de muchos errores. Así, en The Sense of Style (2014) Steven Pinker atribuye a ese error la
falta de claridad de muchos textos, “pues sus autores, sin darse cuenta, parten
de premisas y conceptos que sus oyentes no conocen”. Por eso, recomienda a
quienes escribimos que enviemos a un lector representativo un primer borrador
de nuestros trabajos. Conthe confiesa que su madre murió con 95 años sin haber
entendido, según le confesó, ni una sola de sus Crónicas en Expansión. Amor de
madre.
Manuel Conthe nos
remite a los hermanos Chip & Dan Heath, que explican como “maldición del
conocimiento” que muchos líderes empresariales utilizan con sus empleados
expresiones de moda como “unlocking shareholder value” o “achieving customer delight”
que aquéllos no entienden. “Ilusión de transparencia”, lo llama el psicólogo
Thomas Gilovich: los temores internos, la gente no los ve.
Dos ejemplos
recientes encuentra Conthe de esta situación: la negativa de la Junta Única de
Resolución de publicar el informe de Deloitte sobre el Banco Popular (si fuera
una confiscación, estaría prohibido por nuestro texto constitucional). Y el "sesgo
retrospectivo" (hindsight bias), que nos lleva a sobreestimar la
previsibilidad a priori de un suceso una vez que sabemos que ha
ocurrido. Como la actuación de los Mossos en la casa de Alcanar (donde los
yihadistas fabricaban “la madre de Satán”)
Conthe concluye: “Que
tener información puede ser una maldición lo sabe cualquier amante de novelas o
películas de intriga: cuando alguien nos las "destripa" (spoil),
nos impide disfrutarlas sin conocer su desenlace”. ¡Brillante!
“España es un país
curioso. Discutimos mucho, en 2007, sobre si estábamos en crisis económica o no
y, una década después, ya hemos abierto el debate sobre si hemos salido de esa
misma crisis o todavía no, en ambos casos, por cierto, con tasas de crecimiento
del PIB cercanas al 3%, aunque entonces de caída y ahora subiendo. Mi postura
entonces, en el primer artículo de esta columna, fue que más allá de cómo lo
llamáramos, todos los indicadores que antes iban hacia arriba estaban cayendo
con claridad y los episodios de las hipotecas subprime en EEUU y del BNP en
Francia auguraban un empeoramiento de las condiciones económicas.”
El profesor Sevilla
ha señalado que la crisis ha terminado (creciendo a más del 2% desde hace
varios trimestres) con la misma rotundidad con la que anunció hace una década la
que nos venía encima. “Hoy el PIB ya ha vuelto a los niveles agregados de 2007
pero todavía no el empleo, ni la riqueza, ni la renta y grado de protección
social de las familias, ni las tasas de pobreza y de desigualdad. Por tanto, la
crisis ha terminado en España, pero sigue habiendo mucha gente que todavía no
ha salido de ella, atrapada en la misma situación difícil en que ha vivido
desde que estalló.” La idea de que “es cuestión de tiempo”, se enfrenta a tres
grandes retos: la globalización, la revolución tecnológica y el “austericidio”.
El modelo de Estado del Bienestar tras la II Guerra Mundial, presente en los Pactos
de la Moncloa, se ha hecho trizas. “Vivir una crisis de crédito cuando nuestra
deuda externa supera el 10% del PIB y no tenemos moneda propia, exige medidas
llamadas de «devaluación interna» que, en España, por presión de los
acreedores, se han aplicado de tal manera que no sólo se ha golpeado más a los
más débiles, sino que se han roto los cauces internos de redistribución de
renta y de equilibrios de poder social”.
Yo iría más allá,
si me lo permite el profesor Sevilla: como no estamos en crisis, sino en un
cambio de época, en el Talentismo (la nueva era en la que el talento es más
valioso que el Capital), si no invertimos en educación, en calidad directiva,
en empleabilidad, en aprendibilidad, en inclusión, el mundo se dividirá
irremisiblemente entre una mayoría de “ni-nis” de distintas edades, alejados
del mercado laboral, y quienes aprovechen la tecnología como “trampolín del
talento”.
La canción de hoy
es ‘Ni tú ni yo’ (www.youtube.com/watch?v=V5_tnpdnNz4) de Jennifer López, que
ha desvelado sus tres bebidas diarias para mantenerse en forma: leche de quinoa o agua y una cucharada
de proteína de chocolate, que ayuda a acelerar su metabolismo y el proceso de
quemar grasas; un smoothie de frutas
ricas en antioxidantes con tres tazas de fresas, una de moras, un
yogur griego y una cucharada de proteína de vainilla, otra de canela, el zumo
de un limón y media taza de hielo; y café siempre descafeinado, porque no prueba la cafeína
desde hace años. Además, una dieta rica en pescado azul con verduras verdes como el brócoli, el calabacín,
espárragos o pimientos verdes y para cenar quinoa o arroz integral con
proteínas magras como el pollo o el pavo.
Etiquetas: Crisis, Educación, Maldición, Saber, Talento