Domingo
oscuro, frío y lluvioso en Madrid. Esta mañana mi hija Zoe y su equipo de
fútbol femenino han jugado en el Cerro del Espino (Majadahonda) contra el
Atlético de Madrid, que les ha infringido una severa derrota. Como dice el gran
Fernando Riaño, “unas veces se gana y otras se aprende”. Me siento muy
orgulloso del espíritu combativo de Zoe, que ha estado en punta, contra la
defensa, sin apenas asistencia. Y no se ha quejado ni un solo momento. Mi
gratitud hacia ella y su equipo, que tanto nos enseñan desde el espíritu deportivo.
Ayer
fuimos a ver ‘Aliados’, la película de Robert Zemeckis con Brad Pitt y Marion
Cotillard (que estuvieron esta semana en Madrid). Me gusta el cine de Zemeckis
(Chicago, 1952), producido muchas veces por Speilberg: ‘Quién engañó a Roger
Rabbit’, ‘Náufrago’, ‘Polar Express’, ‘El vuelo’, ‘El desafío’ y sobre todo
‘Forrest Gump’ y ‘Regreso al futuro’. Sin embargo, creo que a ‘Aliados’ le
falta ritmo (la música de Alan Silvestre no es suficiente) y aunque se
desarrolla inicialmente en Casablanca, a la pareja protagonista le falta la química
de Bogart e Ingrid Bergman. Lástima.
De la
prensa de hoy, me quedo con las ‘Ideas’ de José Antonio Marina, que hace un
ZOOM sobre el Fragmento. Parte del puntillismo, un movimiento pictórico. “El pintor
convertía el cuadro en un conjunto de puntos de color, que el ojo del
espectador se encargaría de sintetizar y convertir en objetos coloreados. Algo
parecido está sucediendo con la información. El 'Cambridge Hanbook of the
Learning Sciences', un prestigioso libro, advierte que la atención mantenida
ha sido sustituida por formas breves de atención. El tuit, por ejemplo. En
el sistema anterior, la coherencia del discurso tenía que conseguirla el autor.
Ahora, no. Es el lector quien tiene que producir o construir esa coherencia,
a partir de los fragmentos. Alan Liu ha propuesto el nombre de 'transliteracy'
para designar la competencia necesaria para construir un conocimiento coherente
a partir de información fragmentada. Los lectores de más edad recordarán la
moda de la 'opera aperta' que describió Umberto Eco. Sin duda, todos
necesitamos recomponer una figura a partir de datos incompletos, pero es una
tarea complicada. Eliot escribió: "I can connect nothing with nothing".
Un mundo fragmentado nos sume en la confusión, o nos incita a simplificar
precipitadamente. Frente a una filosofía fragmentada, necesitamos una
filosofía sistémica. El elogio posmoderno de la incoherencia es difícilmente
vivible.”
Me gusta
la palabra atención, el sustantivo de atender: ocupar, abrir los ojos, estar
pendiente. Es urbanidad, gentileza, buenos modos, educación, civismo y cortesía.
La escucha atenta, la amabilidad que deriva de la atención, marcan la
diferencia.
Vivimos en
un mundo de micro-atención, de confusión, sobre-simplificado. Y claro, pasa lo
que pasa. Yual Noah Harari (Haifa, 1976), el intelectual de cabecera de Barack
Obama, Bill Gates o Mark Zuckerberg (su libro ‘Sapiens’, que me regaló mi amigo
Jorge, resulta imprescindible) nos presenta un futuro desigual: “El problema no
será alimentar a la gente sino dar sentido a sus vidas”. Jorge Benítez y
Baldesca Semper le entrevistan en PAPEL: “Un futuro habitado por una masa de
inútiles bajo el yugo de una élite de semidioses dopados con biotecnología”.
“Los parados crónicos necesitarán estimularse con drogas y videojuegos de
realidad virtual”. “En las religiones del futuro, que nacerán en el Silicon
Valley, el paraíso estará en la tierra, no en el más allá”. “Podremos
convertirnos en cyborgs y trasladar la conciencia humana a los ordenadores”.
“El apoyo a Trump prueba que la gente empieza a rebelarse contra su pérdida de
influencia”. “Antes la censura escondía la información. Ahora funciona al
revés: te avasalla con datos”.
Esta
distopía, que Harari considera inevitable, supone “el fin del trabajo” (Jeremy
Rifkin) y el inicio del empleo (de nuestro talento). Frente a los fanatismos
religiosos, del fútbol o de la politica, leer, pensar, no digamos escribir.
Dejar nuestra huella en el mundo. Porque “esto no es una crisis, es la gran
desilusión” (Javi Gómez), “Esto no es el fin del mundo, es el fin de un mundo”
(Marine Le Pen), “La Verdad se ha ido al carajo. La gente ya no se informa
empollando periódicos y bebiéndose los telediarios. Lo hace amontonando tuits,
abriendo enlaces de Facebook y activando alertas en el móvil. No es como antes.
Los periodistas nos angustiamos porque un editorial ya influye menos que un
meme y una columna palidece ante un hashtag de Chicote. Esta gente de ahora
mete en el mismo saco lo importante y lo anecdótico, equipara lo cierto y lo
inventado, interpreta erróneamente la mitad de las cosas que lee y se traga lo
que le echen” (Carlos Alsina).
Como he
comentado estos días, la palabra “de moda” (Oxford Dictionary) es “post-truth”,
post-verdad. Debería ser “acompañar”, como Aristóteles, como l@s buen@s
coaches, como los maestros. Hoy ha sido el Día del Maestro (he felicitado a
Carmen Pellicer y otras personas cuyo magisterio nos ilumina). L@s necesitamos
más que nunca.
Hay
esperanza. Ayer estuve leyendo ‘Cómo explicar física cuántica con un gato
zombi. La ciencia más loca explicada de forma sencilla’, de Helena González
Burón, Javier Santaolalla Camino, Oriol Marimon Garrido, Pablo Barrecheguren
Manero, Xavier Luri Carrascoso, Irene Puerto Giménez y Eduardo Sáenz de Cabezón
Irigarai. Publicado en noviembre de este año, a través de una fábula nos habla
de las auroras boreales, la dualidad onda-partícula, la superposición cuántica,
el colapso cuántico, el principio de incertidumbre, el entrelazamiento
cuántico, la teletransportación (en 2004 el teletransporte de materia se hizo
realidad), el efecto túnel o el gato de Schrödinger. Estupendo, no sólo para
los jóvenes, sino también para los adultos.
Hoy he
estado viendo en Netflix ‘Réquiem por el sueño americano’, un documental con
Noam Chomsky, uno de los principales intelectuales de nuestro tiempo (puedes
ver el tráiler en www.youtube.com/watch?v=zI_Ik7OppEI).
Y he revisitado ‘Profes. La buena educación’ en Youtube: www.youtube.com/watch?v=4Ty273fiD5s
Como dicen en la Fundación Trilema: “Un
buen maestro puede cambiar para siempre la vida de un niño. Una escuela puede
cambiar la vida de una comunidad. La educación puede cambiar un país”.