Esta mañana hemos
llegado a Copenhague en Ferry desde Oslo. Y esta tarde/noche, a eso de las
ocho, salimos hacia Madrid. Han sido quince días en Escandinavia en los que
hemos disfrutado y aprendido un montón. Me siento feliz y agradecido.
La gran lección que
me llevo de este viaje, más allá de sentirme muy orgulloso de lo responsable,
divertida y maravillosa que es mi hija quinceañera (el cerebro adolescente,
cuando está bien cultivado, es absolutamente delicioso) es el impacto de las
comunidades humanas. Las nórdicas son solidarias, humanistas, apuestan por el
bienestar colectivo y viven una propuesta humanista de dignidad y respeto. No
es casual que disfruten del nivel de vida que mantienen.
Dime con quién andas
y te diré quien eres. Es increíble en la práctica el poder transformador de las
personas que están a tu lado. Por eso, el maestro José Antonio Marina nos
enseña que a determinadas edades (y en determinadas circunstancias de la vida)
“no le pidas las notas a tu hij@, sino las de sus compañeros”.
Hablé del “Efecto Lucifer” en este
blog el 29 de marzo de 2008, hace más de ocho años. Y citaba la frase de
Milton: “La mente es su propia morada y por sí sola puede hacer del cielo un
infierno y el infierno un cielo”.
El “efecto Lucifer” se concreta en
cinco apartados:
1. La Autoridad mal entendida:
“Cuando el poder se alía con el miedo crónico, se hace formidable” (Eric
Hoffer, The Passionate State of Mind). Es por ejemplo ese “esclava te doy” de
las Viejas Escrituras.
2. El impacto del estrés: Pasar del
eustrés (tensión constructiva) al distrés nos transforma negativamente. El
estrés es siempre una respuesta a las circunstancias.
3. La despersonalización. “Nuestra
capacidad de conectar y desconectar nuestros principios morales (…) explica por
qué la gente puede ser cruel en un momento y compasiva en el siguiente” (Albert
Bandura).
4. La “enfermedad de la
desesperanza”, a través de la autocrítica mal entendida y romper la lealtad.
5. Las prisas. Cuando todo se hace
demasiado rápido, se echan a perder los valores.
La características de los “lucifer”
(como dice Patricia Ramírez, con minúsculas, porque no merecen mayor honor) es
la “cupiditas”, la codicia, el deseo ardiente de riqueza y poder que hace que
traten a las personas como cosas. Frente a él, la “cáritas”, la empatía, la
preocupación por los demás. Zimbardo nos propone, en este viaje ambiguo,
analizar conscientemente las fortalezas y oportunidades de mejora propias y de
quien está a nuestro lado.
Siendo conscientes del poder del
contexto podemos aprovecharlo positivamente. Te recuerdo los diez pasos que nos
ofrece Zimbardo para sacar partido del poder del contexto (y sugiero que cada
un@ nos los trabajemos):
- Reconocer nuestros errores
- Estar atento a los detalles básicos
- Asumir la responsabilidad de nuestras
propias decisiones
- Afirmar nuestra identidad personal
- Respetar la autoridad justa y rebelarse
contra la injusta
- Desear ser aceptado, pero valorar la
independencia
- Estar atento a cómo se enmarcar o formulan
las cuestiones
- Equilibrar la perspectiva de tiempo (sin
prisas)
- No sacrificar libertades personales por la
ilusión de seguridad
- Ser capaz de
oponernos a sistemas injustos
Puedes estar con personas excepcionales que potencian lo mejor de ti
mism@ o con vampiros energéticos que te aíslan y se quedan con tus ilusiones,
tus propiedades y tu forma de vida. Tú decides.
Mi gratitud hacia las buenas personas de mi entorno que me hacen feliz,
que me cuidan de la mejor de las maneras, que hacen que crezca personal y
profesionalmente, que actúan desde la generosidad y la amplitud de miras y no
desde la rigidezm el egoísmo y la búsqueda exclusiva de su propio beneficio.