Domingo
14 de febrero, San Valentín. El día oficial del amor.
He leído el número de este mes de la
revista ‘Mente Sana’ que edita Jorge Bucay. En portada, ‘El Amor que transforma
(desde dentro y de verdad)’. En páginas interiores, ‘La biología del amor’ por
el médico y psicólogo Tomás Álvaro. El amor activa hasta doce centros
cerebrales diferentes. Según Helen Fisher y su equipo de la Universidad de
Rutgers consideran que con el amor interactúan el impulso sexual, el amor
romántico y el cariño o apego. Tanto en hombres como en mujeres se activan el
núcleo caudado y el área tegmental ventral. En los varones, hay más actividad
en el lóbulo superior (activación de impulsos visuales); en las féminas, la
memoria y los recuerdos. Cuando estamos enamorados, el área de la amígdala
cerebral relacionada con el miedo se desactiva. O miedo o amor.
Una tormenta hormonal que está
relacionada con la obsesión por otra persona activa la lujuria, el amor
romántico y el apego. Se modifica el estado de ánimo con sensación de
bienestar, optimismo y euforia. Las tres caras del amor son, por lo tanto, el
amor romántico (se activa el hipotálamo y dura, según los expertos, unos meses;
pasión, por la testosterona y los estrógenos, con aumento de la frecuencia
cardiaca y de la tensión arterial), el enamoramiento (de 2 a 4 años en general,
por el sistema de recompensa cerebral; optimismo, bienestar y euforia; se
disparan la dopamina, la norepinefrina y la serotonina, con pérdida de apetito
y del sueño) y la formación del vínculo (de duración indefinida, activando los
centros cerebrales de la saciedad; las hormonas implicadas son las endorfinas,
la oxitocina y la vasopresina; es el momento del compromiso y la ternura desde
la calma).
En la misma publicación, otras formas de amar. El
terapeuta Sergio Sinay trata “el regalo incondicional de la amistad”, que
requiere atención, disponibilidad y compartir vivencias. “La amistad es más
difícil y más rara que el amor, por eso hay que salvarla siempre como sea”
(Alberto Moravia). El maestro zen Thich Nhat Hanh escribe sobre el amor que
colma la espiritualidad (el amor con un@ mism@): atención plena, alegría y paz.
Los psicoterapeutas Piero Ferrucci y Vivien Reid se refieren al amor por la
naturaleza: contacto con la naturaleza, sensación de que formamos parte de un
todo. Y el propio Jorge Bucay comenta el amor por uno mismo (que no es egoísmo
en el sentido de falta de empatía): “El amor por el otro procede de la propia
capacidad de amar, que comienza con la capacidad de amarse uno mismo”.
La citada Helen Fisher, en un libro muy
interesante, ‘Por qué amamos’, señala que los antiguos griegos utilizaban diez
términos distintos para hablar del amor, que el psicólogo John Alan Lee redujo
a seis: eros, philia, ludus, ágape, pragma y philautia.
Eros era el dios griego de la fertilidad. El amor
erótico es el de pasión y el deseo sexual. Una forma peligrosa, ardiente e
irracional.
La filia o amistad era más valorada por los
helenos que el amor erótico. Significa la camaradería, el amor entre hermanos,
entre compañeros (una variante de philia era storge, el amor entre padres e
hijos).
Ludus era el afecto entre los niños y los jóvenes
amantes. Lo lúdico es la diversión, el juego, la ilusión.
El ágape es el amor desinteresado, el que se
extiende a todas las personas. Es el “caritas” de los latinos o la “metta” o
bondad universal de los budistas.
Pragma es el amor tranquilo, maduro, el profundo
conocimiento. Lo “pragmático” es el amor con el tiempo.
Philautia es el amor propio. En palabras de
Aristóteles, mi coach favorito, “Todos los sentimientos amorosos para los demás
son una extensión de los sentimientos de una persona para sí misma”.
Además, eran formas de amor para los griegos la
manía (amor obsesivo), la empathmía (comprensión por los demás), la xenía (el
amor por lo desconocido, por la aventura) y el narcisismo (excesivo amor por
uno mismo).
Sabemos científicamente que enamorarse tiene un
efecto calmante y euforizante, que acurrucarse con alguien es como una píldora
contra el dolor, que tomarse de la mano alivia el dolor físico (lo consigue
también ver una foto de la persona amada), que las personas enamoradas son
felices, que el amor ama el peligro, que las pupilas dilatadas denotan la
atracción por otra persona, que cuando el proceso de conquista es largo y
deliberado es mucho más probable que el matrimonio sea largo y feliz.
Hay personas que físicamente son incapaces de
enamorarse. Su enfermedad, rara pero real, se denomina Hipopituitarismo. Ocho hormonas
que se segregan desde la glándula pitutitaria se producen en menores
cantidades. Los síntomas se producen cuando el 75% de la hipófisis, mientras
que el déficit total (panhipopituitarismo) ocurre con el 90% de pérdida.
Mi felicitación a la selección española de fútbol-sala,
de nuevo campeona de Europa. 3-7 a Rusia en la final. Una maravilla. ¡Qué
grande es el deporte español!