El debate electoral a cuatro, desde el desarrollo del Liderazgo


Martes de fiesta. Felicitaciones a las Inmas y a las Conchas. Esta mañana me he ido a ver ‘El puente de los espías’ de Steven Spielberg y por la tarde, Zoe tenía que preparar sus exámenes del viernes (Sociales y Lengua) y tocaba ejercer de padre responsable.

         Ayer estuve siguiendo el llamado “debate decisivo” de Atresmedia y tuiteando las principales propuestas de la VP del gobierno y los candidatos.
         En general, nos falta práctica. En las últimas elecciones presidenciales mexicanas (las que ganó Enrique Peña Nieto) tuve ocasión de ver en directo el debate a cuatro (hablé de él en este blog) y fue mucho más potente que el de anoche. La fórmula “televisiva” (parafraseando a Groucho, ¿por qué lo llaman debate cuando quieren decir show?) de tenerles de pie, junto a un atril, en lugar de sentados, les tensó en exceso. Pablo Iglesias se entretuvo con un Bic azul, Rivera no supo dónde poner las manos (¿tocándose el cuello, uniéndolas tapando sus partes pudendas?), Pedro Sánchez sonrió en exceso (la virtud se convirtió en vicio) y Soraya Sáenz de Santamaría se mantuvo firme como si estuviera haciendo guardia (para su jefe de filas). En fin, deberían haber acordado sentarse o situarse tras el parapeto del atril. 120 minutos son un exceso para estar de pie siendo observados.
         Antes del debate, recordé a través de Twitter a quienes quisieran verlo que el Liderazgo es esencialmente marcar la pauta, hacer equipo e infundir energía. Como sabiamente recordaba el experto en comunicación Fran Carrillo, los cuatro debían presentarse como candidatos (con su propio programa), como contrincantes (sabiendo competir) y como ciudadanos de a pie (uno de los nuestros). Respondieron a lo que Vicente Vallés y Ana Pastor les respondieron y solo excepcionalmente se enzarzaron entre ellos.
         Ganaría el debate quien centrara el “marco de referencia”, quien se mostrara más generos@ y quien presentara al país un reto ilusionante de verdad. Me temo que ningun@ llegó al sobresaliente en estas tres pruebas de Liderazgo.
          La VP Soraya Sáenz de Santamaría es contundente y creíble cuando habla, mirando a los ojos. Muestra seguridad y tuvo el buen detalle de saludar al lider de UPyD (no invitado) al llegar. Comenzó bien con eso de “Somos un equipo con un líder fuerte” para explicar la incomparecencia de Rajoy, estuvo mejor en el apartado de economía (salir de la crisis) que en el de la corrupción y se posicionó siempre como defensora del gobierno en funciones que como candidata en un hipotético pacto PP-C’s (que se ha venido en llamar, de forma poco afortunada, “Operación menina”). Su apelación al miedo con un tripartito sobraba. Debería evitar su imagen de opositora cantando un tema y el gesto facial que denota arrogancia y soberbia.
         El SG del PSOE Pedro Sánchez estructuró con cierto sentido sus respuestas (refutar al adversario y contar su programa), mostró tranquilidad con control del espacio y con una sonrisa muy propia. Insistió en su estrategia de posicionar a Ciudadanos como “una segunda derecha” y en el orgullo del legado socialista. Tiene la oportunidad de mejorar en su exceso de “anti-PP” (le hace parecer poco flexible), en reírse demasiado (parece que se ríe de los demás) y en que lo realizado por su partido en el pasado (después de la derrota de 2011) parece poco creíble.
         El líder de Ciudadanos Albert Rivera mostró un talante conciliador, se posicionó como posible presidente de gobierno, fue constructivo (“Un gobierno de apertura con independientes y ministros de otros partidos”). Triunfó en su mantra “vieja y nueva política” e introdujo uno de los pocos marcos del debate: “burbuja política”. Habló de modelos de otros países (Dinamarca) y de soluciones (como el contrato único), no de culpables. A mejorar, que estuvo extrañamente nervioso (baile de pies, manos unidas), que su lenguaje es de nivel cultural medio-alto (peligroso, si quiere atraer a determinados votantes) y puede hablar muy rápido para algunos. Su traje oscuro le otorgaba solemnidad y le minaba en frescura (¿por qué no llevó corbata naranja?).
         Finalmente, el líder de Podemos Pablo Iglesias fue el que más y mejor habló “para el pueblo”, quien más atacó al gobierno actual (y por tanto, a Soraya), el que más guiños hizo al votante. Su concepto estrella: “Remontada”. Además, se puso una camisa azul (en lugar de la blanca habitual) para resaltar con el fondo de la sala. A mejorar, cuidado con “Jaus Prater Cúper” (en realidad, PwC) y que fue el único que en el imaginario colectivo no aparece como candidato real a presidente, sino como un predicador, un contertulio: “No os pongáis nerviosos”. Lo del boli no era de recibo.

         Sus frases lapidarias: “Hay gobiernos de gastar y gobiernos de pagar. Es muy fácil hablar, pero hay que pagar lo que se gasta. Y ustedes gastan sin pagar” (Soraya SS.). “No se van a poder bajar los impuestos. Quien lo diga, está mintiendo. Soy más coherente que Tsipras” (Pedro S.), “Este es el verdadero motivo por el que el Sr. Rajoy no está aquí: los papeles de Bárcenas” (Albert R.). “Las cuentas no salen cuando hay gente en las instituciones que roba el dinero de todos. Ustedes deberían pedir perdón” (Pablo I.).
         Algo más: “Solo si gana el PSOE saldrá Rajoy de la Moncloa” (PS), “La vieja política no puede iniciar una nueva etapa política” (AR), “¡Cómo se nota que no estaban aquí hace cuatro años!” (SSS), “El PP es el partido de la corrupción” (PI).
         Deberíamos quedarnos con el continuismo contundente de la VP, con las formas agradables del líder de la oposición, con la propuesta regeneracionista del líder del partido naranja y con el populismo transmediático del líder de Podemos.

         ¿Quién ganó el debate? Según el criterio:
-       Para seguir manteniendo al votante fidelizado: Pablo Iglesias (el suyo fue el mejor “último minuto”, de no olvidar y sonreir).
-       Para no perder expectativas de sus votantes de siempre: Pedro Sánchez.
-       Para salvar los muebles ante un “papelón” (no quiere ir tu jefe al debate): Soraya Sáenz de Santamaría.
-       Para captar votos de la derecha y de la izquierda (el centro sociológico de al menos el 20% de los votantes): Albert Rivera.

De una forma más humorística, el debate se quedó entre el abrigo de Soraya (¡Qué calor debió pasar!), el boli de Pablo (con chuleta, como en la facul), los tics de Albert (que recordó una y otra vez que era catalán) y las risitas de Pedro (sonrisa Profidén). Los internautas ingeniosos se lo pasaron de lo lindo.
Por supuesto, siempre gana tu candidato si eres forofo de algún partido.

Mi gratitud a Susanna Griso, que estuvo, como siempre, muy profesional; a Fran Carrillo, un oasis de sensatez entre hooligans de uno y otro bando; y sobre todo a la profesora María Tascón, gran experta, con quien no pude ver el debate físicamente, pero sí a través del whatsapp.