Hace menos calor en
Madrid esta semana, la tercera de agosto, que en Baviera y Austria la pasada.
Alrededor de 30º, con una brisa muy agradable. Ayer, por la mañana en la
oficina (jornada continua), reunión con mi buen amigo Manuel Merinero (un mago
de la estrategia y el desarrollo de negocio, con una visión muy clara de la
empresa y del deporte) y almuerzo con mis compañeros Rocío y Borja en el
Lateral de la calle Velázquez. Un modelo de negocio de éxito: buena calidad,
servicio rápido y a buen precio.
He estado leyendo el
último número, el de agosto, de la revista Investigación y Ciencia (la versión
española de Scientific American). En portada, un artículo sobre el cerebro
adolescente y su plasticidad, firmado por el profesor Jay N. Giedd, de la
Universidad de California en San Diego y redactor jefe de la publicación
trimestral ‘Mind, Brain and Education’ (se puede consultar en la biblioteca
online de Wiley: http://onlinelibrary.wiley.com/journal/10.1111/(ISSN)1751-228X).
Solíamos creer que
el cerebro adolescente era una especie de “error biológico” entre el del niño y
el del adulto. No es así. La última década ha demostrado que “el cerebro
adolescente no es defectuoso, ni tampoco se corresponde con el de un adulto a
medio formar. La evolución lo ha forjado para que opere de distinta forma que
el de un niño o el de un adulto”.
Del análisis del
profesor Giedd quisiera extraer siete claves:
1. Su especial
capacidad de cambio y adaptación al entorno, que le permite avanzar a zancadas
en el pensamiento y la socialización y, por otro, lado hace a los adolescentes
vulnerables a conductas peligrosas y graves trastornos mentales. La pubertad se
está anticipando, lo que amplía estos “años críticos”. La drogadicción juvenil,
las enfermedades de transmisión sexual, los embarazos no deseados, las
depresiones y los suicidios están entre los factores de riesgo.
2. Mayor sustancia
blanca. Se trata de la mielina, que enfunda y aísla al axión (el largo
filamento que se extiende desde el cuerpo celular de la neurona). La
mielinización acelera la conducción de impulsos nerviosos (los axiones
mielinizados transmiten señales 100 veces más rápido) y multiplican la
frecuencia (por 30) en la que las neuronas emiten información. “Ese refuerzo de
las conexiones constituye la base del aprendizaje”. Para la transmisión, las
neuronas han de ser sincronizadas y la mielina hace posible la sincronización.
3. Transformación
“escultórica”. Como Miguel Ángel decía de su David (salió a la luz de un bloque
de mármol), se cercenan las conexiones no utilizadas o contraproducentes. Es la
especialización, con la consiguientes reducción de sustancia gris (desde los 10
años, en la que está en máximos). El desarrollo de las áreas sensitivomotoras
primarias (la atención a los cinco sentidos) se complementa con la corteza
prefrontal (funciones ejecutivas). Tras la pubertad, el ser humano toma más y
mejores decisiones, porque idea situaciones hipotéticas (escenarios). “La
corteza prefrontal constituye una parte fundamental de los circuitos implicados
en la cognición social, esto es, nuestra destreza para transitar por complejas
relaciones sociales, discernir amigos de enemigos, hallar cobijo en grupos y
llevar a cabo la directiva más clara en la adolescencia: atraer a una pareja”.
4. Cambios drásticos
en el sistema límbico. Influye en la búsqueda de novedades, la asunción de
riesgos y la camaradería. Estas conductas les animan a alejarse de sus familias
y explorar ambientes nuevos. “Lo más determinante de la conducta juvenil no es
el tardío desarrollo de las funciones ejecutivas ni el precoz arranque de la
conducta emotiva, sino el desfase temporal entre ambos procesos”. El fascinante
desajuste entre el comportamiento emocional y el contemplativo, de la
impulsividad frente a la prudencia.
5. Los riesgos de la
prolongada híper-plasticidad. El autor señala que el 50% de las enfermedades
mentales se adquieren antes de los 14 años, cifra que se eleva al 75% antes de
los 24.
6. El impacto de la
revolución en las tecnologías de la información. “Disponen de una voluminosa
información, aunque de calidad muy variable. La pericia requerida en el futuro
no consistirá en recordar hechos, sino en evaluar de modo critico una gran
cantidad de datos, discernir la señal del ruido, sintetizar contextos y emplear
tales síntesis para abordar problemas del mundo real.
7. Más riesgos y más
oportunidades. “Los adolescentes son, en todas las culturas, los más fáciles de
reclutar para convertirse en soldados o en terroristas, como también de
orientar hacia la enseñanza o la ingeniería”. En definitiva, “los avances en la
neurociencia deberían animar a los jóvenes a entrenar su cerebro en la clase de
pericias que les harán sobresalir el resto de la vida. Tienen una maravillosa
ocasión para definir su propia identidad, perfeccionar el cerebro de acuerdo
con sus gustos y prepararlo para un futuro que será rico en datos, muy
diferente de las vidas de sus padres”.
Gracias a Jay N.
Giedd por su información y reflexiones, y a Pilar Bronchal y Laia Torres, DG y
Directora Editorial respectivamente de Investigación y Ciencia.
Si deseas
profundizar en el cerebro adolescente, te recomiendo:
- los libros
‘Tormenta cerebral: el poder y el propósito del cerebro adolescente, de Daniel
J. Siegel (2014) y ‘El cerebro adoelscente. Guía de una madre neurocientífica
para educar adolescentes’ de Amy E. Jensen (2015).
Mi admiración a
todas las madres y padres (& abuelas y abuelos) con niñ@s adolescentes o
preadolescentes.