Viena en la música (Mozart,
los valses de Strauss que estoy escuchando mientras escribo esta entrada,
Ultravox), en el cine (‘El tercer hombre’), en la pintura (Klimt) y en la
literatura. En este viaje me he traído ‘El viento de Viena’, de Helena Cosano,
por el que ganó un premio internacional de literatura. La autora es amiga de
mis buenos amigos Silvia y Jorge, vivió seis años en la capital vienesa y
escribe magníficamente. Una buena expectativa.
De inicio, un espléndido prólogo
de Emilio Ruiz Barrachina (1963), poeta, escritor y director de cine, que parte
de la noción de locura (HC la define como “distorsión de la realidad,
incapacidad de diferenciar el mundo subjetivo de la propia mente con el
objetivo de los demás”), define la novela como un tratado de espiritualidad,
reconoce que Helena conoce tan eficazmente Viena como a sí misma y destaca su
idea de que “vivir es volar”. Volar es ser libre. Compara la obra con ‘Las
Moradas’ de Santa Teresa de Jesús (“tu hogar está donde estás tú”), incluye el
apunte del yoga, y por supuesto el amor. Gran prólogo; mi enhorabuena a Emilio.
‘El viento de Viena’ trata
de Eleonor, que llega a la ciudad para estudiar psiquiatría. Se lo había
recomendado su profe de instituto: “En Viena cada uno encuentra lo que le falta
y se pierde en sí mismo; en Viena el tiempo tiene otro ritmo y el aire sabe a
otros tiempos; en Viena te verás reflejada en miradas extraviadas, en
anacrónicas siluetas, en costumbres absurdas, y por fin te verás. Te perderás
del todo. O te encontrará. En Viena comprenderás la locura… El viaje a Viena es
un viaje sin retorno”.
Desde su llegada, a la
estudiante le duele la cabeza. Es el viento de Viena, que provoca cefaleas, y a
otros la locura. En su piso (cutre) conoce a Liuba (que significa Amor), que
llevaba un año en Viena. Nacida en Omsk (Siberia), es judía y con ella marcha a
Israel. Es “el laberinto del destino”.
No te voy a desvelar la
novela, porque mi pretensión es que la leas (me agradecerás el consejo), pero
en la trama aparecen novios con los que una sigue por conformismo, porque
resulta cómodo, alma poderosas, ninfómanas divertidísimas, dramas humanos,
cursos sobre “psicología de las profundidades” y una secta que interrelaciona
la felicidad, el amor y el sexo. Seo redentor (el Amor libera. La libertad da
la felicidad. La mejor expresión humana del Amor es el sexo”). Y por supuesto,
el yoga (“el cese de la mente”), el tantra y la danza del vientre. La historia
concluye en un barco, “Shanti”, paz en sánscrito.
Mis dos párrafos favoritos
del libro son: “Lo más importante es seguir la vocación. Uno es feliz cuando
hace lo que le gusta, porque entonces la vida adquiere sentido…” y sobre todo
“A mí me fascina una mujer cuya mirada es amor, puro amor, porque mira la chispa
eterna, la esencia, el alma. La busca y sin juzgar intenta comprender. Eso es
amor. Desinteresado y libre. Amor de almas. Amor de ángeles”.
La tesis de la autora, me
parece, es que en una sociedad enferma que hasta ha perdido el recuerdo del
paraíso perdido, hay lugar para la esperanza. “La gente es muy feliz”, escribe
Helena a través de los pensamientos de Eleonor, “Aquí en Viena tienen una vida
cómoda, sin grandes problemas y, sin embargo, se les ve neuróticos, amargados…
Todos locos”. Hasta en Viena se puede ser feliz.
Ayer por la tarde, después
de la Albertina y antes de ir a cenar (en el Urania, junto al Danubio), fuimos
al ‘Time Travel’ (un espectáculo 3D que a Zoe le encanta, que cuenta la
historia de la ciudad: la peste medieval; los asedios otomanos; el Imperio de
los Habsburgo; Mozart, Haydn, Strauss, Beethoven; el desmembramiento
austrohúngaro, la república social, el Anschluss, la II Guerra Mundial, la
década de posguerra hasta la independencia y la neutralidad). En palabras del
actor y director vienés Erich Von Stronheim (1885-1957) “Si hablas de Viena
debe ser en pasado, como un hombre hablaría de una mujer a la que ha amado y ha
fallecido”.
Mi gratitud a Helena como
lector y a Silvia y Jorge una vez más.
¿Y qué decir de Eslovaquia, que
el 1 de enero de 1993 se separó de Chequia? Como bien sabes, tras la II Guerra
Mundial, dentro de Checoslovaquia, sufrió el yugo comunista de la Unión
Soviética. Hoy en día su renta per capita es de 13.900 euros (la de su vecina
Austria es de 38.600 €). Sueldos bajos (potencia automovilística), sistema
financiero tomado por entidades extranjeras, escaso peso del turismo (el 40%
del país son bosques; esquí en los Cárpatos). Su capital, Bratislava, tiene un
centro histórico interesante, entretenido, con historia. No sé si con 5’4 M de
habitantes (425.000 en la capital) tiene “masa crítica” para el desarrollo que
necesita. Cuestión de escala. Sí, es miembro de la Unión desde mayo de 2004, su
deporte nacional es el hockey sobre hielo y su gastronomía está ligada a
condiciones climáticas severas (en invierno, intenso frío; hoy, 42 grados).