Cómo sentimos. Lo que la Neurociencia nos enseña hoy sobre las emociones


Jornada en Barcelona, con reuniones internas y procesos de coaching estratégico. Y vuelta a Madrid por la tarde.
He estado leyendo un libro fascinante, ‘Cómo sentimos. Sobre lo que la neurociencia puede y no puede decirnos acerca de nuestras emociones’, de Giovanni Frazzetto. Neurocientífico de origen siciliano que estudió en Londres y se doctoró en Heidelberg, es fundador de Neurocultura, publica artículos científicos sobre sociedad y cultura y vive entre Londres y Berlín.
Frazzetto se centra en siete emociones:
1. Ira: estallidos violentos. La ira es una emoción primitiva, una reacción de defensa, que puede ser impulsiva y espontanea. Para el autor, es la emoción más extraña. Darwin demostró en 1872 que las emociones son universales y producto de la evolución. La ira ejemplifica el poder irreprimible de las emociones: “las estructuras prefrontales ejercen un papel regulador o moderador sobre las regiones límbicas”. Se descubrió que el gen MAO-A puede estar detrás de la agresión y la conducta violenta. Sin embargo, el medio cumple por sí mismo un papel en el incremento de la violencia. Se necesita un “entrenamiento prefrontal” (David Eagleman).
2. La culpa: una mancha indeleble. Una emoción compleja (Darwin) como la arrogancia, la vanidad o la humildad. Nos carga de miedo, carcome, muerde, ataca sin descanso. Sus punzadas son la amargura del arrepentimiento y el ardor de la vergüenza. Giovanni compara el ego con la corteza prefrontal dorsal, el superyó con la corteza frontal ventral y el ello con el sistema límbico y tronco encefálico.
3. La angustia: temor a lo desconocido. “La ansiedad es el interés pagado antes de plazo” (William Ralph Inge). Un informe de 2010 señalaba que el 52% de los desempleados estaban angustiados y el 71% deprimidos. El miedo y la angustia son extenuantes, consumen mucha energía. “¿Es acaso la vida algo más que incertidumbre?”.
4. El duelo: presencia en la ausencia. “Tu ausencia me rodea/ como la cuerda a la garganta,/ el mar al que se hunde” (Borges). Una emoción intensa, que empieza joven e insistente, y se va calmando. En la tristeza, lo inimitable son las lágrimas. “Las lágrimas tienen el mismo peso que las palabras” (Ovidio). El duelo “es directamente propocional al valor de lo perdido” (Julian Barnes). La molécula de la felicidad es la serotonina. “La cura para cualquier cosa es el agua salada: sudor, lágrimas o el mar” (Karen Blixen).
5. Empatía: la verdad entre bastidores. El término “empathy” es de 1909, como traducción del alemán “Einfühlung” (“sentir con”), creada por el filósofo Robert Vischer. “La empatía es la columna vertebral de nuestra vida social”. El autor habla de “neuronas espejo” (Giacomo Rizzolatti y Vittorio Gallese, Parma) y del método Stanislawski. “En el teatro, la frontera entre realidad y ficción es porosa”.
6. Alegría: fragmentos de felicidad. La sonrisa irradia alegría. La risa suele ser una señal (también puede ser cínica, malintencionada, burlesca o agresiva). Se trata de la liberación de dopamina. “Con pocas pero obvias diferencias, una noche de sexualidad desenfrenada, una sonata de Beethoven o una comida suculenta tienen mucho en común cuando se accede a su mapa en el cerebro”. “Cuando llegamos al orgasmo, el cerebro presenta el mismo aspecto que bajo los efectos de la heroína”. “La música es la taquigrafía de la emoción” (Tolstoi). La felicidad es cuestión de hedonismo (placer) y de eudaimonia (bienestar). “Un día sin risa es un día desperdiciado” (Chaplin). Según la psicóloga Barbara Fredrickson, depende de las interacciones sociales y de las emociones positivas.
7. Amor: síndromes y sonetos. En 2012, la pregunta más buscada en Google fue: “¿Qué es el amor?”. Es una pasión incendiaria, y un poderoso motivador. “El amor es un impulso incesante que genera una lucha interior”. Cuando se mira la foto de una persona amada, se activan la amígdala, el núcleo accumbens, el núcleo caudado y el área tegmental ventral. Las hormonas que actúan son la oxitocina y la vasopresina. El autor nos habla de Hellen Fisher y de los cuatro tipos de personalidad: Explorador, Constructor, Director y Negociador, que se corresponden con dos transmisores –dopamina y serotonina- y dos hormonas: testosterona y estrógeno (de este “amor como química” hablé en su día en este blog).
Frazzetto concluye: “El amor también debe ser intrépido. Según mi experiencia, es preferible darse unos cuantos porrazos antes que tener un corazón cerrado. Pues cuando el amor madura –aun entre dos personas que en un principio no se consideraban amantes- no aspira ser rechazado. Cae como una lluvia repentina sobre quien se halla al descubierto y sin paraguas, imponiéndose entre dos seres con el mayor poder de persuasión posible. El amor dice: no necesitáis refugio; yo soy el refugio.”
Gran libro. Se lo voy a regalar a mi sobrina Cris, que quiere estudiar Neurociencia. Seguro que le inspirará.