La temporada comienza de forma inmejorable.
Desde el miércoles hasta hoy viernes hemos vivido en Llanes uno de las mejores
reuniones de Comité de Dirección que he disfrutado en mi vida profesional. Un
entorno absolutamente maravilloso, una gastronomía excepcional (con los mejores
productos del Principado) y sobre todo un Equipo en toda la extensión de la
palabra. Mi profunda gratitud a las 19 personas que hemos compartido estos
días. Sois una gente increíble.
Y desde Asturias a Galicia, a vivir el torneo
de fútbol de Riazor en La Coruña. Mi hija Zoe juega en el AR10 y por vez
primera, además de fútbol masculino, participa en el torneo el fútbol femenino.
Lo vamos a pasar genial este fin de semana.
He estado leyendo ‘The Rise and Fall of
General Las of Capitalism’ (Auge y Caída de las Leyes Generales del
Capitalismo), un “paper” en Harvard publicado este mes de agosto en el que
Daron Acemoglu y James A. Robinson (autores del impresionante ‘Por qué fracasan
los países’) analizan el libro de Tomás Piketty ‘El Capital en el siglo XXI’,
que tanto interés ha despertado.
La tesis de Acemoglu y Robinson es que
Piketty, como David Ricardo o Karl Marx, pretende establecer “leyes generales
de la Economía”, en este caso sobre la desigualdad. Leyes poco útiles, porque
ignoran el papel de las instituciones políticas y económicas en la distribución
de recursos y el impacto tecnológico. A & R comparan la evolución de
Sudáfrica y Suecia para demostrar que respecto a la desigualdad las
instituciones juegan un papel más relevante que el desajuste entre tipos de
interés y tasas de crecimiento, como propone Piketty.
Los autores están encantados en que se debata
un tema como la desigualdad y sorprendidos del grado de ambición de Piketty,
que formula leyes generales de la economía, como Malthus, Ricardo o Marx. Pero
Piketty se equivoca en ignorar a las instituciones “que determinan cómo
evoluciona la economía, cómo funcionan los mercados y cómo se distribuyen los beneficios
entre los distintos agentes”.
Marx predijo en ‘El Capital’ (Volumen I,
Capítulo 25) que un ejército de desempleados mantendría los salarios al nivel
de subsistencia y por ello el consumo no crecería. En el Volumen III, predijo
que los beneficios serían decrecientes. Y también que la acumulación del
capital reduciría la competencia. Sin embargo, las instituciones de la
Revolución Industrial supusieron un progreso tal que evitó que esas
predicciones se cumplieran.
A Piketty le pasa lo mismo. Imagina un futuro
de rentistas, ricos herederos. Define el capitalismo como Marx, con dos “leyes
fundamentales”: la cuota de capital de los ingresos nacionales y la tasa de
ahorro comparada con el crecimiento del PIB.
¿Qué ha pasado con la desigualdad en los dos países
como Suecia y Sudáfrica a lo largo del siglo XX? En ambos casos, estaba alto al
principio, bajó hasta 1980 y después ha vuelto a subir. Sin embargo, en
Sudáfrica los cambios en las leyes laborales han sido profundos. En 1913, el
93% de la tierra era de colonos blancos. En 1948 se impuso el apartheid. En
1953 se creó un sistema de educación separado. La desigualdad creció hasta el
fin del apartheid. En Suecia, evidentemente, la situación ha sido muy distinta.
La diferencia está en las instituciones formales
(poder político) y no formales (poder económico). El apartheid colapsó desde
los 70 porque sustituyó el capital por trabajo (mano de obra barata). En Suecia
ha subsistido el modelo de Estado del Bienestar. “Si Bill Gates y Warren Buffet
fueran el doble de ricos, significa eso que su país sería menos
meritocrático?”. La pregunta es muy acertada.
Mi agradecimiento a especialistas como
Acemoglu y Robinson, que analizan con rigor los pilares de la desigualdad. La
clave está en conceptos como el mérito o la inclusividad, más que los impuestos
sobre el patrimonio, me temo.