Jornada de lunes entre Madrid y
Barcelona. Por la mañana, acción comercial con la DRH de una de las grandes
compañías de seguros (el próximo paso es el encuentro con el DG, lo que
demuestra el valor estratégico del talento en esa organización). Y por la tarde,
AVE a Barcelona con Santiago Puebla, DG de FuturSkill. El 29 y 30 próximos, “el
primer encuentro VUCA World de AEDIPE” en la ciudad condal y en la capital de
España. Hablaremos del desarrollo del talento, con importantes experiencias de
clientes (Port de Barcelona, IBM).
Admiro mucho a Emilio Moraleda, uno
de los grandes directivos de nuestro país. Presidente ejecutivo de Pfizer con
enormes resultados (recuerdo de aquellos tiempos sus “convenciones de líderes”,
con unos 250 profesionales de la compañía, en las que tuve el honor de
participar en distintos momentos), acaba de publicar “Los retos del directivo
actual. Competencias, competencias y valores imprescindibles del profesional
del siglo XXI”.
El prólogo es de Rosa García,
presidenta de Siemens, y no tiene desperdicio. “Todos los grandes líderes
empresariales de nuestro tiempo tienen algo en común: su infatigable capacidad
para crear nuevos productos y servicios, su firme creencia en el talento de las
personas y su voluntad constante de generar progreso y compartirlo con la
sociedad”; “La capacidad para motivar a un equipo, la valentía que debe tener
un buen líder para escuchar a los demás y la humildad necesaria para admitir
que él también se equivoca son los factores que pueden marcar la diferencia entre
la mediocridad y la excelencia de una compañía”. Rosa aprecia, como un
servidor, la capacidad que ha mostrado Emilio Moraleda de equilibrar los dos
pilares en sus conductas de liderazgo: lo más tangible, los números, los
resultados, con el talento, que es la gran causa de que los resultados se
consigan.
En la introducción, el autor
considera que el líder del futuro será más humano y más humanista, con “un poco
más de alma que ahora”. Sí, el secreto está en la gente, “en la gente mejor
liderada”.
Emilio Moraleda nos habla de valores,
especialmente de los que él considera “el oro molido”: Resultados, Integridad,
Innovación, Respeto por la gente y Cuidar el talento. Emilio nos provoca: “Sin
resultados estás muerto” y cita a Indira Gandhi: “No le cuentes a otros tus
dolores de parto, muéstrales al niño”. O, como dicen los estadounidenses, “Your
best friend is your trend”. Lograr y crecer (“El crecimiento constante es el
mejor mecanismo de supervivencia”, Amancio Ortega). Para asegurarnos que la
empresa lo logra, 4-5 claves: el primer ejecutivo ha de tomar el mando, la
guardia pretoriana debe seguirle, han de estar unidos por el bolsillo, no bajar
la guardia y ser muy conscientes de que no es tarea fácil. En definitiva, no
levantar el pie del acelerador. Y un gran consejo: “Con incentivos mediocres no
esperes resultados brillantes”.
Emilio Moraleda polemiza: “No estoy
de acuerdo con quienes afirman que el talento es un bien escaso. El talento
nunca ha sido escaso. (…) Otra cosa distinta es que el talento se identifique
adecuadamente, se le dé la oportunidad de desarrollarse y se le sitúe en el
sitio correcto”. Que el talento es escaso lo demuestra el desajuste de talento:
en nuestro país, un enorme nivel de desempleo (insostenible) y a la vez
dificultades para cubrir vacantes con éxito. Pero es que el talento, ya sabes,
es capacidad y es compromiso en el contexto adecuado. O, como diría Ortega y
Gasset, “yo soy yo y mis circunstancias; y si no las salvo a ellas no me salvo
yo”.
Con el bagaje de primer ejecutivo a
sus espaldas, Moraleda nos habla de elegir bien, de la cantera y el banquillo,
de cómo moverlo, del ejemplo, de evitar a las “prima donas” y de que un/a
buen/a líder no tiene miedo.
“Delega o revienta” es uno de mis
capítulos preferidos. La delegación es esencial para el equilibrio de vida,
para la motivación y el crecimiento, para la confianza. ¿Qué no es delegable?
La reestructuración y la transformación organizativa, obviamente.
Gestión del Cambio. “Cuando el ritmo
de cambios dentro de la empresa es superado por el ritmo de cambios fuera, el
final está cerca” (Jack Welch). En sus “pautas para no fallar”, Emilio se
inspira en John P. Kotter (Harvard): sentido de urgencia, equipo comprometido,
marcar la nueva dirección y comunicarla, remover obstáculos, conseguir
victorias rápidas (quick wins), perseverar y afianzar los cambios.
Liderar en la adversidad. “La
adversidad tiene la virtud de hacer surgir los talentos que en circunstancias
de prosperidad habrían estado latentes” (Horacio). Como gran ejemplo, la
expedición de Shackelton. El autor nos alerta contra los “líderes blanditos”,
que no van a ninguna parte, y contra los llorones (hay que dedicarles el tiempo
justo, porque no pueden ser el centro de atención).
Cercanía, tanto de las personas como
de los números. El reconocimiento emocional, que es un “arma de construcción
masiva”, con equilibrio (ni mucho ni poco, ni tarde ni pronto). William James,
uno de los dos padres de la psicología, ya nos enseñó que “el principio más
profundo de la naturaleza humana es el anhelo de ser reconocido”.
El autor se centra en las fusiones
(el líder ha de estar visible, sin distracciones, con la regla del 80-20
(decisiones rápidas, audaces, aunque imperfectas), generando una única cultura
(“Hay que unirse no para estar juntos, sino para hacer cosas juntos”, Donoso
Cortés) y practicando la generosidad (la gran cualidad del talentismo).
Compromiso, real, vertical, rentable.
Eliminar los “reinos de taifas” y apostar por la confianza.
Imagino a Emilio Moraleda como una
especie de Coloso de Rodas, con dos columnas como piernas: el talento
(individual y colectivo) y los resultados (previstos por la superación de las
expectativas del cliente). Me gusta que l@s directiv@s con los que he tenido el
privilegio de trabajar plasmen su experiencia y la compartan con nosotr@s.
Gracias, Emilio, por ello; a tu editor, Roger (que es el mío); a tu agencia de
conferenciantes, liderada por Dani (que también compartimos) y a la gente que
ha trabajado contigo en los proyectos empresariales.