Vuelo a Frankfurt a las 6,15 de la mañana,
para reunirme lunes y martes en las oficinas centrales de ManpowerGroup de
Alemania con los máximos responsables de Right Management de una docena de países
europeos, el director europeo y los responsables de finanzas y marketing/ventas.
Mi gratitud a tod@s ell@s por unos debates gratificantes y constructivos.
He estado leyendo “El mundo necesita
más liderazgo alemán”, de Ian Bremmer. Es el artículo siguiente:
“Ahora que las pasiones se desatan en Ucrania, Rusia, toda Europa y
Washington, nunca ha estado más claro que el mundo necesita que Alemania acepte
más las servidumbres y riesgos que comporta el liderazgo global. Mientras
aparecen amenazas por doquier, la canciller Merkel, famosa por su carácter
cauto, está mejor situada que ningún otro dirigente internacional para ayudar
al impetuoso presidente ruso y al frágil nuevo Gobierno ucranio a evitar una
costosa escalada de violencia que no será buena para nadie, de igual manera que
ya hizo su ministro de Asuntos Exteriores al unirse a sus homólogos polaco y
francés para promover un acuerdo entre el derrocado presidente Yanukóvich y los
líderes de la oposición ucrania. Merkel también podría ayudar a salvar los
escollos que separan a Rusia, los Gobiernos europeos y Washington.
Sin embargo, la necesidad de que Alemania acepte un papel más destacado
en el escenario político internacional va más allá de la crisis en Ucrania, y
hay indicios de que el Gobierno germano está dispuesto a dar ese paso. Durante
la Conferencia de Seguridad celebrada en enero en Múnich, el presidente alemán
Joachim Gauck, describiendo lo lejos que estaba su país de la época en que los
nazis “llevaron guerra y sufrimiento al mundo”, proclamó que Alemania “se ha
transformado y que ha dejado de ser un beneficiario para convertirse en un
garante del orden y la seguridad internacionales” y que su país tiene más cosas
que ofrecer. Y tiene razón.
Pero el presidente alemán no fija las políticas y Merkel apenas ha
aludido a su disposición a desplegar al Ejército germano en zonas de conflicto.
Otros dirigentes han reducido las esperanzas de un posible cambio de actitud de
Berlín respecto al despliegue de tropas. Pero los comentarios de Gauck van en
la misma dirección que lo que han dejado entrever los ministerios de Defensa y
Asuntos Exteriores; es decir, que a pesar de la conocida “cultura de
contención” alemana, esas cuestiones se están debatiendo a fondo en el Gobierno
de Merkel. En este sentido fue alentador que en febrero el Bundestag autorizara
el despliegue de más fuerzas alemanas en Malí.
Dicho esto, hay que señalar que la capacidad militar es solo una
vertiente del asunto, porque Alemania tiene mucho que ofrecer en áreas ajenas a
la presencia de soldados o armas. Sería muy de agradecer que realizara una
mayor inversión en infraestructuras en el mundo en desarrollo, que se
involucrara más en la coordinación de proyectos destinados a desarrollar nuevas
tecnologías que hagan más seguras la alimentación, las comunicaciones y el
medio ambiente; y también que fuera mayor su contribución a las iniciativas
diplomáticas destinadas a resolver conflictos como los de Sudán, Somalia y la
República Centroafricana.
La insinuación de que Alemania podría tener más que ofrecer llega en un
momento crítico para las relaciones internacionales, porque, como ha vuelto a
evidenciar la reacción en sordina de Estados Unidos a los acontecimientos de
Ucrania, la opinión pública estadounidense y sus cargos electos, temerosos de
una guerra, rehúyen cada vez más la asunción de nuevas responsabilidades y
quieren que otros Gobiernos sobrelleven también las cargas más pesadas. Aunque
a la administración de Obama se le llena la boca con la ampliación del
compromiso con Extremo Oriente y con la decisión de llegar a un acuerdo nuclear
con Irán, su renuencia a involucrarse más en zonas conflictivas de Oriente
Próximo como Siria, Egipto y Libia, así como su obsesión por la política
interna y su propio año electoral, dejan claro que, en materia de política
exterior, Estados Unidos no busca nuevos desafíos.
Por otra parte, tampoco otras grandes potencias se están precipitando a
llenar el vacío. La delicada labor que supone remodelar la eurozona y sus
normas sin mermar el apoyo a cambios dolorosos e impopulares dentro de cada uno
de los países miembros hace que los Gobiernos europeos estén muy entretenidos.
Francia ha sido la que más se ha empeñado en combatir a las milicias islámicas
de Malí y otros lugares, y el apoyo del Reino Unido en materia de seguridad es
vital, pero gran parte de los demás Gobiernos del continente carecen de medios
para echarse más cargas a la espalda.
No cabe esperar que China asuma voluntariamente más responsabilidades
internacionales en un momento en que sus dirigentes están poniendo en marcha
uno de los programas de reforma económica más ambiciosos (y arriesgados) de la
historia. En la actualidad, India, Turquía y Brasil, además de otros países
emergentes, lidian con la contracción del crecimiento y con elecciones
inminentes. Por otro lado, la incapacidad de Rusia para diversificar su economía
y apartarla de su excesiva dependencia de las exportaciones de energía supone
una sangría para la fortaleza del país a largo plazo.
Todo ello hace que escaseen los Gobiernos dispuestos y capaces de
intervenir más en la solución de los conflictos del mundo y de contribuir a las
iniciativas necesarias para crear un mercado mundial más seguro y predecible.
¿Qué ayuda puede prestar Alemania? Puede asumir nuevas responsabilidades
que sirvan para alcanzar objetivos internacionales. Cuando Muamar el Gadafi
anunció que iba a masacrar a un gran número de sus levantiscos súbditos en
2011, el Reino Unido y Francia dieron un paso adelante. Alemania, reacia al
riesgo, lo dio hacia atrás. No cabe duda de que Merkel tiene riesgos de los que
ocuparse, dentro de Alemania y en toda Europa. Hasta ahora, los ha gestionado
con notable eficacia y el peligro de derrumbe de la eurozona se ha evitado en
gran medida gracias a ella. Alemania también ha desempeñado un papel valioso en
las negociaciones internacionales centradas en el programa nuclear iraní.
Sin embargo, como ha señalado Gauck, Alemania puede ya permitirse más
acciones consensuadas con otros Gobiernos para intentar resolver conflictos e
invertir en una economía mundial más predecible y próspera. Aunque sea a costa
de que el Ejército germano asuma también un papel más activo.
Finalmente, hay que librarse de otro tabú de la posguerra: para tener una
mayor influencia internacional, Alemania debería colaborar con Japón siempre
que fuera posible, uno y otro aportando a un fondo común sus recursos para el
bien común. Tanto el Gobierno alemán como el japonés se toparan con una
considerable resistencia interna a esos cambios. Según sondeos recientes, en
Alemania está claro que la mayoría se opone a que el Ejército de su país asuma
un papel internacional de más peso. Igualmente, los votantes japoneses han
dejado claro que les preocupa mucho más la apuesta de Abe por revitalizar la
economía nipona que su prestigio internacional.
A pesar de esa constante renuencia, ha llegado el momento de que Alemania
y Japón acepten responsabilidades internacionales de mayor calado, cargas
acordes a su tamaño y riqueza. No cabe duda de que a las potencias tradicionales
del mundo no les vendría mal su ayuda.”
Que sea necesario el liderazgo de Alemania
no significa que vaya a ocurrir. Veremos qué pasa.
También he leído decenas de artículos
hoy y durante el fin de semana sobre el fallecido Adolfo Suárez. Miguel Ángel
Aguilar ha destacado su extraordinario poder de seducción; Fernando Vallespín
su liderazgo y capacidad de decisión; José Juan Toharia,nuestro mejor sociólogo,
cita a Alfonso Fernández Coronel en el cadalso (1353): “Esta es Castilla
(España), que hace a los hombres y los gasta y que, pasado un tiempo, los
rescata y realza”. Adolfo Suárez obtuvo una valoración entre 5 y 6 en los
cuatro años y medio que dirigió el gobierno, llegó a bajar hasta el 3’7 en 1991
y finalmente un 7’9 en noviembre de 2010.
Álex Grijelmo ha destacado los rasgos
de su encanto:
- Siempre campechano
- Contador de anécdotas
- Sonrisa permanente
- Confidencias continuas
- Poco debate
Y me quedo con el histórico mensaje
del 13 de junio de 1977 en el que solicitó el voto para su partido: “Puedo
prometer y prometo” (en siete ocasiones). Parte de un nuevo horizonte, resalta
la diferencia de su partido, hace siete promesas (compromiso) y cierra: “Con
las asistencia de ustedes, desde la normalidad que estamos alcanzando, desde la
moderación que nos inspira, desde el diálogo con todos los grupos y partidos,
creo que seremos capaces de consolidar definitiva y firmemente una Monarquía democrática,
capaz de dar respuesta realista a los problemas que nos acucian. Ese es,
señoras y señores, nuestro horizonte”. Muy brillante.