Delicioso fin de semana, netamente otoñal, de
comidas familiares.
He estado leyendo el último número de la
revista MENTE SANA que edita Jorge Bucay. El especial de portada, “Gana
Libertad Interior”. Un concepto apasionante y utilísimo.
“Una de las principales causas de sufrimiento
surge de nuestro apego a las cosas o a las personas, de la incapacidad de
renunciar al deseo cuando éste resulta dañinos”, escribe Walter Riso, autor del
artículo y de Desapegarse sin anestesia.
“Los apegos obnubilan y reducen la capacidad cognitiva, mientras que el
desapego genera paz y ayuda a desatar los nudos emocionales que impiden pensar
libremente. Uno te hunde, el otro te saca”. El apego es una vinculación mental
y emocional -generalmente obsesiva-, originada
en la creencia de que este vínculo proveerá, de manera única y permanente,
placer, seguridad o autorrealización. Lo que define el apego no es el deseo
sino la incapacidad de renunciar a él. Sin el deseo “perderíamos nuestra
esencia” (Spinoza), “seríamos unos fríos seres pensantes” (Aristóteles). Lo
malo es no estar preparad@ para la pérdida.
“¿El apego es adicción? No cabe duda”, afirma
Walter Riso. Todos los apegos son dolorosos y afectan a la salud mental. “No
estar apegado no significa que queramos menos a una persona, sino que no
estamos preocupados por la relación” (Matthieu Ricard).
La clave es la despreocupación y ausencia de
ansiedad, sea como sea el vínculo. El desapego se basa en una “filosofía de
desprendimiento”, que es actuar para ser psicológicamente más libres. “Si
estamos dispuestos a la pérdida, aunque disfrutemos del vínculo y lo cuidemos,
estamos despegados”. En el desapego uno sigue adelante, sin deprimirse ni
dejarse abatir por la pérdida. No es “falta de compromiso”, no es lavarse las
manos, sino ser responsables sin sentir angustia o culpa anticipada.
El tema me ha interesado tanto que he leído Desapegarse sin anestesia de Walter
Riso. Parte de una sentencia del Lama Yeshe: “Todos los problemas del mundo
provienen del apego”. Efectivamente, la gente realizada es libre y la
despegada, esclava de sus necesidades. Ser emocionalmente independiente
(desapego) no significa una autonomía egoísta, sino prescindir de aquello que
obstaculiza nuestra mejora personal.
El texto consta de tres partes:
I. Limpiando el camino conceptual, en el que
se explica qué es apego y desapego. Debemos saber diferenciar pasión armoniosa
de pasión obsesiva, comprender el sentido de no permanencia de las cosas y
aplicarlo a la vida cotidiana, saber manejar la incertidumbre, aceptar lo peor
que puede ocurrir, hablar cara a cara con el deseo.
II. Identificar el apego y no dejarse vencer
por él. Apegarse es sufrir, quitar la dignidad, ser esclavizado (perder la
libertad), soñar con que su fuente de apego también está atado a él. En la
práctica del desapego, para recuperar la libertad interior, Walter Riso nos
recomienda activar el Espartaco que llevamos dentro (“es uno quien se hace mal
a sí mismo”), no estar donde no te quieren o te hacen daño, abstenerse como
sufrimiento útil que ayuda a desapegarnos, hacer listas de liberación personal
y quitarle poder a las necesidades irracionales. No hay apego sin temor a
perderlo: “El miedo llamó a la puerta, la confianza abrió y fuera no había
nadie” (proverbio chino). “Si te apegas, ya no sabrás quién eres”. Hemos de
dejar espacio para la sorpresa y la admiración. Amar no es poseer. “La
dependencia acaba con tu capacidad de asombro y hace que la vida cotidiana se
vuelva grotescamente previsible”.
III. ¿Por qué nos apegamos? Tres puertas nos
condicen al apego: la debilidad por el placer (la inmadurez emocional como
vulnerabilidad al apego), buscar señales de seguridad en lugar de resolver los
déficit personales (la autoexigencia como señal de seguridad) y la compulsión
de “querer ser más” (el crecimiento personal como desarrollo sostenible).
El libro nos ofrece hasta 38 recursos para
hacer frente al apego, desde el mencionado “activar el Espartaco que llevamos
dentro” hasta “la vida significativa como fuente de bienestar”.
Volviendo a la revista MENTE SANA, Jorge
Bucay escribe sobre “Descubrir nuestro Valor”: “Ir al encuentro de una buena
autoestima y descubrirnos valios@s, desead@s, querid@s y necesari@s es un
camino sin retorno”. “¿Cuál es el mensaje de La Cenicienta? Quizá que si
alguien se enamora de ti, seguirá viéndote apuesto o hermosa a pesar de tus
harapos”. “La magia del hada no reside en convertir a Cenicienta en princesa,
sino en lograr que la bella princesa que está en ella sea revelada”. “Descubrir
que podemos sentirnos útiles, potentes, capaces y apreciad@s por lo que somos
puede representar un acto mágico”. La Dra. Rosa Casafont nos regala ejercicios
para aliviar el estrés, Ferrán Ramón-Cortés habla de practicar la generosidad y
Serge Kahili King (Huna. El secreto
hawaiano) nos propone una práctica para enviar amor a larga distancia:
elegir una flor o fragancia e imaginarnos que nos convertimos en ella, pensar a
quién mandársela y con qué fin, lanzar el perfume al aire, visualizar que llega
a su destino y consigue su propósito.
Sin libertad interior, el obsesivo apego nos
machaca. Gracias a Walter Riso, a Jorge Bucay y a quienes nos ayudan a
desapegarnos.