Curioso
este último fin de semana de julio, en el que doy clase en ESIC esta tarde de
viernes y mañana por la mañana (estoy encantado de compartir reflexiones sobre Liderazgo Innovador con los alumnos del
GESCO, el programa de Gestión Comercial y Marketing de larguísima tradición en
la casa). El Liderazgo está cambiando a toda velocidad; la importancia de tener
talento comercial y de marketing está creciendo aún más, sin duda.
Susan
K. Perry, autora de Loving in Flow,
ha publicado en Psychology Today “El Manifiesto del Matrimonio: más allá del
toma y daca”. Un artículo muy interesante.
La
tesis de Susan Perry es que la “regla de oro” (haz a los demás lo que te
gustaría que te hicieran a ti) no sirve para las parejas. Es mejor, opina ella
(y lo tiene bien investigado) el “manifiesto del amor de pareja”: “de cada un@
según su capacidad, a cada un@ según su necesidad”. El toma-y-daca, el “ráscame
la espalda, que luego yo te la rasco a ti”, la orientación al intercambio, no
genera parejas felices.
Pensar
en la otra persona, en lo que le satisfaría, puede no ser lo más adecuado al
tomar una decisión. Solo cuando tú estás feliz puedes hacer feliz a la otra
persona. Lo que puede considerarse “justo” podría dar al traste con todo.
Prometo
leer Loving in Flow y ya te contaré.
Por
otro lado, mi buen amigo Carlos Herreros de las Cuevas (presidente de honor de
AECOP, presidente de Santander Coach y decano honorífico de la Santander
Business School) ha escrito sobre Líderes
Límbicos con una tesis sumamente valiosa: “La capacidad de identificar y de
aclarar los disgustos míos y los de los demás es la clave más significativa
para incrementar la productividad en nuestra economía”. Una tesis que comparto
y que está en línea con las investigaciones de Bárbara Fredrickson sobre el
poder de la positividad: la productividad aumenta cuando el ratio de emociones
positvas/negativas aumenta (entre 3 a 1, fidelización de talento, hasta 11-13 a
1).
Carlos
Herreros cita a Dwight Frint que suele plantear a sus clientes, líderes
ejecutivos, esta pregunta: ¿A qué hora podrías volver a casa si todos en tu
empresa vinieran a ella sencillamente a trabajar, hacer sus tareas y salir del
trabajo?
La respuesta en general es sorprendente: “Entre las 10,30 y las 11 de
la mañana”. Entonces, ¿qué ocurre? ¿A qué dedican ese tiempo –tantísimo tiempo-
que pierden? Ellos mismos responden: a la angustia, a los disgustos, al
malestar (¿a las emociones negativas, podríamos decir?). Las líderes dedican la
mayor parte del tiempo a gestionar la angustia y el sufrimiento, esas
reacciones impulsivas y emotivas que dificultan tener un productivo y
reflexivo. Reacciones que van de una frustración ligera a una ira incontrolada pasando
por la vergüenza, la pena, la tristeza, la impaciencia, la agitación, la preocupación
y sobre todo el miedo.
El
concepto de líderes límbic@s es útil porque, como nos cuenta Carlos, “el
sistema límbico del cerebro está asociado a la emoción y a la memoria. Dentro
de él están las amígdalas, dos racimos de neuronas con la forma de almendra y
cuya responsabilidad primaria es vigilar los peligros que pueden acecharnos y
avisarnos de amenazas inminentes. Un “secuestro límbico” se produce cuando se
activan las amígdalas produciendo sensaciones físicas de sufrimiento, manos
sudorosas, tensión en los hombros, etc.; a medida que aumenta la intensidad del
sufrimiento, disminuyen nuestras capacidades racionales cognitivas”.
Líderes
límbic@s, que educan (a través del liderazgo capacitador, del líder-coach) a su
gente a ser más productiva reduciendo las emociones negativas y elevando las
positivas. Personas que tratan a la gente que quieren (empezando por sus
parejas) no como les gustaría que les tratasen (cada persona es diferente),
sino en función de su capacidad (siempre siendo feliz) y de las necesidades de
la otra persona.
Gracias,
Carlos y Susan, por estas lecciones. Y a tod@s las que las practicáis.