Este
octubre me estoy congraciando con el cine, después de unos meses difíciles.
¡Aleluya!
Ayer
por la mañana fui a ver Cosmópolis,
la última película de David Cronenberg (Toronto, 1943). Creo que la primera
película que vi de este director canadiense fue Scanners (1981). Y después La
Zona Muerta (1983), La mosca (1986),
Inseparables (1988), Crash (1996), Promesas del este, de la que hablé en este blog el 6 de octubre de
2007 y Un método peligroso, de la que
hice lo propio el 27 de noviembre de
2011.
La
cinta está basada casi literalmente (Cronenberg presume de haber escrito el
guión en 6 días) en la novela de Don DeLillo (Nueva York, 20-Noviembre-1936)
del mismo nombre, publicada en 2003. Se presentó en el Festival de Cannes el
pasado mayo, cosechando críticas dispares.
El
argumento es el siguiente: Eric Packer (interpretado por Robert Pattison, el
protagonista de Crepúsculo, tan
blanquito él) es un multibillonario de 28 años que cruza Manhattan en su
limusina para cortarse el pelo. La limusina, blanca, es muy lujosa (mármol de
Carrara), espaciosa, tecnificada (con muchas pantallas de ordenador y TV),
blindada e insonorizada (toda ella recubierta de corcho). La odisea de Packer
se ve obstaculizada por una visita del presidente de los EE UU a la ciudad de
los rascacielos, una violenta protesta anticapitalista y el entierro de un
rapero sufí. A lo largo del trayecto, el prota tiene cuatro encuentros casuales
con su esposa y distintos momentos sexuales con otras mujeres (la que
interpreta Juliette Binoche, entre ellas). Además, es atacado por un
“lanzatartas” y por una “amenaza creíble” (Paul Giamatti), un exempleado que
solo le encuentra sentido a su vida si mata a su antiguo jefe. Las
fluctuaciones de una divisa (el yen, en la novela; el yuan, en la peli) hacen
que Eric pierda gran parte de su fortuna ese día.
Es
una obra inquietante, especialmente por los diálogos. Parte de una cita del
poeta polaco Zbigniew Herbert (1924-1988), según la cual vivimos en un mundo
que ha convertido a “la rata en moneda de curso legal”. Eric Packer es una gran
rata, el master de un universo amoral, a quien se describe como “rico, famoso,
talentoso, poderoso y de temer”. Con un apartamento de 48 habitaciones (acuario
de tiburones, sala de proyecciones, ascensor con música ambiental de Satie),
con conocimientos de ornitología, botánica, poesía, astronomía y filosofía
inglesa, posee empatía cero. Habla
con su esposa, una millonaria con la que se ha casado hace 22 días, con la
frialdad de un analista. Porque, como señaló la crítica en su día, Eric es el
héroe de una distopía (una anti-utopía) triunfalista. “Las palabras no tienen
ningún valor en el mundo en el que él vive”. DeLillo, en la mejor tradición de La hoguera de las vanidades de Tom Wolfe
o American Psycho de Brett Easton
Ellis, pero más… porque en este final del capitalismo, no nos extrañamos de
nada.
Packer
al final se corta el pelo (bueno, no del todo) con Anthony, un peluquero de
toda la vida, que conocía a su padre. Con tipo con valores familiares, con la
ética del trabajo de toda la vida… y con una pistola, supuestamente para
defenderse.
En
fin, que la película desasosiega… y eso está muy bien. Por la tarde aproveché
para leerme la novela. Me han gustado frases como éstas:
“Cuando
muriese, no sería su fin. Sería el fin del mundo”.
“No
sabía qué quería. De pronto lo supo. Quería ir a cortarse el pelo”.
“Le
agradó el detalle de que todos los automóviles fueran indescirnibles entre sí”.
(A
su jefe de seguridad) “Quiero que me certifiques que todavía tienes la
resistencia necesaria para este trabajo. La determinación, el ahínco (…) Quiero
que me confirmes que tienes una voluntad de hierro, que eres implacable. Todos
éramos jóvenes y listos, a todos nos amamantó una loba. Pero el fenómeno de la reputación
es un asunto muy delicado. Una persona sube como la espuma gracias a una
palabra, y cae al vacío cuando tropieza en una sílaba. Sé que se lo pregunto a
quien no debo”.
“Todo
este optimismo, todo este crecimiento desmesurado… Las cosas suceden cual si
fuera de la noche a la mañana. Una y otra son simultáneas. Extiendo la mano y…
¿qué siento? Sé que hay miles de cosas que analizas cada diez minutos. Patrones
de comportamiento, proporciones, índices, mapas enteros de información. Adoro
la información. Es nuestra dulzura y nuestra luz. Es una maravilla tal que hay que
joderse para no caerse. Y tenemos un sentido, una función en el mundo. Hay
gente que come y que duerme a la sombra de lo que nosotros hacemos. Todo
fantástico, pero al mismo tiempo… ¿qué?”
“¿Aún
hay gente que se dedica a pegarles tiros a los presidentes? Creí que había
dianas más estimulantes”
“Hoy
la rata ha cerrado por debajo del euro”
“La
vida es demasiado contemporánea”
“Tú
no tienes un Rothko importante. Siempre había querido uno”
“¿No
te ves reflejado en todos los cuadros que amas? Sientes que te invade una oleada
radiante. Es algo que no puedes analizar, algo de lo que no podrías hablar con
claridad. ¿Qué estás haciendo en ese momento? Contemplas un cuadro colgado en
una pared, eso es todo. Pero te hace sentir vivo en este mundo. Te dice que sí,
que estás aquí. Y sí, qué duda cabe: tienes una amplitud vital que es más
honda, más dulce de lo que imaginas”
“El
talento es más erótico cuando se malgasta”
“No
eres tan despiadado. Pero sí. Con talento. Y tienes una presencia que impone.
Vestido o desnudo. Lo cual supongo que es otra muestra de talento. (…) Todo
este talento, todo este ímpetu. Bien empleados. Coherentemente invertidos para
que rindan fruto”
“Detestaba
a Arthur Rapp (DG del FMI). Lo había aborrecido desde antes de conocerlo. Era
un odio propio de los más purasangres, ordenado, basado en diferencias
irreconciliables de teoría y de interpretación. Luego conoció al hombre en
carne y hueso y lo odió en persona, caóticamente, con una más que notable
violencia de corazón”
“Nos
morimos a diario”
“El
sexo nos descubre. El sexo nos revela como somos. Por eso es tan estremecedor.
Nos despoja de toda apariencia”
“Tiene
la próstata asimétrica”
“Uno
de mis síndromes es el que llaman de conducta agitada y confusión extrema. En
Haití y África oriental, traducido, lo llaman ráfagas de delirio. En el mundo
de hoy en día todo se comparte. ¿Qué clase de desdicha es la que no se puede
compartir?”
“Queremos
pensar en el arte de hacer dinero. Los griegos tienen un término para
designarlo. Crematística. Pero es un término al que debemos dar cierto margen,
adaptarlo a la situación actual. Porque el dinero ha dado un vuelco. Toda la riqueza
ha pasado a ser riqueza por y para sí. No existe otra clase de riqueza si de
veras es inmensa. El dinero ha perdido sus cualidades narrativas, tal como le
sucediera a la pintura hace ya tiempo. El dinero habla sólo para sí mismo”
“La
propiedad ya nada tiene que ver con el poder, la personalidad, el mando.
No se trata de un despliegue de vulgaridad o de buen gusto. Porque ya no posee
peso ni forma definidos. Lo único que importa es el precio que uno pague”
“La
idea es el tiempo. Vivir en el futuro. Mira cómo corren esos dígitos. El dinero
genera el tiempo. Antes era al revés. El tiempo cronológico aceleró el ascenso
del capitalismo. Todo el mundo ha dejado de pensar en la eternidad. Se
concentran en las horas, en cantidades de tiempo mensurable, en horas humanas,
para emplear con más eficacia la mano de obra”
“Porque
el tiempo es ahora un activo empresarial. Pertenece al sistema del libre
mercado. El presente es cada vez más difícil de encontrar. Es algo que resulta
succionado del mundo para dejar lugar al futuro de los mercados incontrolados y
de un desmesurado potencial inversor. El futuro resulta insistente. Ésa es la
razón de que algo vaya a suceder pronto, hoy mismo tal vez —dijo, mirándose las
manos a hurtadillas—. Se trata de corregir la aceleración del tiempo. Más o
menos, devolver la naturaleza a su estado natural”
“¿Dudar?
¿Qué es dudar? Tú no crees en la duda. Me lo has dicho tú mismo. El poder de la
informática elimina todo rastro de duda. Toda duda brota de las experiencias pasadas.
Pero el pasado desaparece. Antaño conocíamos el pasado, pero no el futuro. Esto
está cambiando —dijo ella—. Necesitamos una nueva teoría del tiempo”
“Cuanto
más visionaria sea la idea, más gente dejará tirada por el camino. En eso
consiste toda manifestación de protesta. Visiones de tecnología y la riqueza.
La fuerza del capital cibernético que mandará a la gente al arroyo, a que
mueran entre sus propios vómitos. ¿Cuál es el defecto de la racionalidad
humana? Que finge no ver el horror y la muerte que aguardan en la culminación
de los planes que idea. Esto es una manifestación contra el futuro. Lo que
quieren es aplazar el futuro, normalizarlo, impedir que arrolle al presente”
“El
futuro es siempre una totalidad, una igualdad absoluta. Allí todos seremos altos,
fuertes, felices —dijo ella—. Por eso fracasa el futuro. Siempre fracasa. Nunca
podrá ser ese lugar cruelmente feliz en que aspiramos a convertirlo”
“¿Cómo
sabremos cuándo habrá llegado oficialmente el final de la era de la globalización?
Cuando las limusinas extralargas comiencen a desaparecer de las calles de Manhattan”
“El
afán de destruir es un afán creador. Ése es también el sello distintivo del
pensamiento capitalista. La destrucción forzosa. Es preciso eliminar sin
contemplaciones las industrias anticuadas. Hay que reclamar a la fuerza nuevos
mercados. Es necesario reexplotar los mercados anticuados. Destruyamos el
pasado, construyamos el futuro”
“Un
espectro recorre el mundo… El espectro del Capitalismo”
“Ahora
hay dolor a mansalva por todo el mundo”
“Todo
es un escándalo. Morir es un escándalo. Pero a todos nos pasa”
“Se
sentía fenomenal. Se sujetaba el puño cerrado con la otra mano. Se sentía fenomenal
con el escozor, con el dolor acalorado. El cuerpo entero le hablaba en
susurros. Vibraba con la acción, con la agresión a los fotógrafos, los sopapos
que había asestado, el subidón de adrenalina, el latido cardiaco, la gran
belleza desparramada de los cubos de basura derribados uno a uno. De nuevo se
sentía con los cojones en su sitio”
“Hay
estrellas muertas que aún brillan porque su luz quedó atrapada en el tiempo. ¿Dónde
me encuentro a esa luz, que no existe hablando en puridad?”
“Nunca
había visto a un ser humano con semejante pelo de rata”
“¿Qué
sabrán los poetas del dinero? Lo suyo no es más que amar el mundo y recorrerlo
en un verso. Nada más que eso”
“Sentémonos
a charlar —dijo—. He tenido un día largo y complicado. Cosas, gente. Es buena
hora para una pausa filosófica. Un poco de reflexión, eso es”
“Me
he convertido en un enigma para mí mismo. Eso dijo San Agustín. Y ahí radica mi
enfermedad”
“La
ambición desmedida. El desprecio. Podría hacer la lista entera. Puedo poner
nombre a los apetitos, a las personas. Unas maltratadas, otras ignoradas, otras
perseguidas. La totalidad del yo. La ausencia de remordimientos. Ésos son tus
dones”
“Me
estás obligando a ser razonable. Eso no me gusta”
“Todo
es historia”
“Intentaste
predecir los movimientos del yen inspirándote en patrones tomados de la
naturaleza, cómo no. Las propiedades matemáticas de los anillos que se forman
en los árboles, las pepitas de girasol, las extremidades de las espirales
galácticas. Todo eso lo aprendí yo con el baht. Me encantaba el baht.
Me maravillaban las armonías cruzadas entre la naturaleza y los datos. Eso me
lo enseñaste tú. El modo en que las señales de un pulsar, en la mayor
profundidad del espacio, siguen secuencias numéricas clásicas, que a su vez
pueden describir las fluctuaciones de un determinado valor de mercado, de una
divisa. Eso me lo enseñaste tú, cómo pueden ser intercambiables los ciclos del
mercado con los ciclos temporales de la cría del saltamontes, la cosecha del
trigo. A esa forma de análisis le diste una horrorosa, sádica precisión. Pero
algo se te olvidó por el camino.
—¿El
qué?
—La
importancia que tiene lo que se tuerce, las cosas que desvían un poco. Ibas en
busca del equilibrio, de la belleza del equilibrio, la igualdad de las partes,
la igualdad de las caras. Lo sé de sobra. Te conozco. Pero tendrías que haber
estado atento al yen en sus tics, en sus caprichos. Sus caprichitos. El
contratiempo.
—El
error de fábrica.
—Ahí
estaba la respuesta, en tu cuerpo. En tu próstata”
“Me
está entrando el ataque de pánico coreano. Se debe a que he contenido la cólera
durante todos estos años. Pero ya no ha de ser. Es preciso que mueras. Lo demás
no importa”
Mi
agradecimiento al escritor Don DeLillo y a David Cronenberg y todo su equipo.
Su arte (el de ambos) invita a reflexionar sobre los tiempos que vivimos.
¿Globalización?
¿Predominio de lo asiático? El baile de moda es el Gangnam Style, del coreano PSY (www.youtube.com/watch?v=9bZkp7q19f0)
que ha sido nº 1 en Gran Bretaña. Hipnótico.