Caí
en la trampa. Esta semana, en una sesión de tarde, me fui a ver El legado de Bourne. Dos horas y cuarto
de “acción”, de persecuciones de motos, de misiones en Alaska, de carreras por
Manila, con un guión abominable (por otro lado, del propio director de la
película, que había escrito Pactar con el
diablo, Prueba de vida, Michael Clayton, La sombra del poder y todos los
anteriores Bourne. El DG con el que
tenía sesión de coaching al día siguiente me comentó, no sin razón, que a lo
mejor al público adolescente no le interesa que haya un argumento, un guión
sólido. Muy probablemente.
En
el tren de vuelta a Madrid, he visto el primer episodio de “The Newsroom”, la
nueva serie de Aaron Sorkin (regalo de mi amigo Alejandro; muchas gracias).
IMPRESIONANTE. Una hora a un ritmo trepidante. Canal Plus la estrena el 11 de
septiembre. No te la pierdas: en directo, grabada, como quieras. Es más que
excelente.
Claro
que Aaron Sorkin (neoyorkino nacido en 1961) es el guionista de Algunos hombres buenos (1992), Malicia (1993), El presidente y Miss Wade (1995), El ala oeste de la Casa Blanca (154 episodios, 1999-2006), La guerra de Charlie Wilson (2007), La red social (2009) y Moneyball
(2010). Un talentazo como no hay
dos.
Para
que veas que el entusiasmo no es exclusivo de un servidor, en el blog Yo no me aburro del 28 de junio se
publicaba lo siguiente:
“El director de un equipo de béisbol con sus
propias reglas en Moneyball. El creador entusiasta de Facebook,
protagonista de La red social. El congresista de La guerra de
Charlie Wilson, que urde una conspiración política. El joven abogado de Algunos
hombres buenos que se enfrenta a la autoridad. Estos son algunos de los
personajes que han hecho mundialmente popular al guionista Aaron Sorkin, el
creador de The Newsroom, para mí la serie más esperada del año, y después de ver el piloto, la serie del año. Sin más. Brad Pitt, Jesse
Eisenberg (que hace un cameo en el piloto), Tom Hanks y Tom Cruise
comparten con Jeff Daniels, el presentador autodestructivo de este
telediario ficticio, el deseo de ir contracorriente, como Quijotes del siglo
XXI. Que se mencione tanto la obra de Cervantes en el piloto no es
casual. Aunque Will McAvoy, este periodista con la misma mala leche que House,
pero igual de eficiente e inteligente (y con latigazos de ingenioso humor), se
empeñe también en que el caballero de la triste figura (Daniels tiene toda la
cara) iba montado en un burro.
Nadie es perfecto, claro. Tampoco McAvoy, que
como los anteriores personajes mencionados, que como todos los genios (esos
individuos que no se conforman, que quieren cambiar el mundo), es alérgico
a los equipos (a Sorkin le encantan: Sports Night, El ala Oeste de la Casa
Blanca, Studio 60). Los necesita, pero no empatiza. Va a su bola,
convencido de que lo que hace lo hace mejor que nadie. Y ahí es donde arranca
la serie, cuando este periodista que había perdido el rumbo (todo apunta a una
relación fallida) vuelve a la redacción y se encuentra con un nuevo equipo.
Pero mira por donde, el nuevo personal es igual de vitalista que McAvoy, que a
pesar de los años y la experiencia, no ha perdido la ilusión. Algo que
enorgullece a su vez a su jefe, Charlie Skinner, interpretado por Sam
Waterson, un tipo afable, que es feliz cuando le ve trabajar, cuando le ve
intentar cambiar el mundo, con la energía suficiente como para apoyar a este
loco, a su loco (¿será su Sancho Panza?).
El piloto, dirigido por Gregg Mottola
(Supersalidos), es frenético. Comienza con un speech incendiario del
protagonista en contra de uno de los mayores defectos de su país: creerse los
reyes del mundo. Y es que McAvoy no es James Cameron. Sabe muy bien
en qué suelo pisa, a quien se enfrenta. Pero en EE UU esta crítica pública no
es bien entendida. De hecho, a Sorkin le han llovido los puñales. Pero en
Europa, querido Aaron, te entendemos. Hasta nos hace gracia que andes enrollado
con una de las chicas de Sexo en Nueva York, Kristin 'Charlotte' Davis.
Este alegato radical me recordó al enfrentamiento
entre Tom Cruise y Jack Nicholson en Algunos hombres buenos. Si allí
representaba la consecuencia de todo el thriller judicial, en The Newsroom es
la causa de la nueva etapa de este profesional como la copa de un pino. Para un
periodista, The Newsroom significa descubrir que es posible hacer algo
genuinamente bueno, que a la vez tenga audiencia. Que lo popular no está reñido
con la calidad. La sala de cine donde vi el piloto en un preestreno de
Canal+ rompió a aplausos en varios momentos de la historia. No es para
menos. Yo quiero tener un jefe así y, de hecho, lo he tenido, hace años.
Currábamos un montón, pero sabíamos que lo que hacíamos estaba muy bien hecho.
Que era lo que había que hacer. Pero lo que se ve en The Newsroom no es lo
normal, lo que ocurre en la realidad (todo se parece más bien al curro
despreciable que se chupa la Robin de Cómo conocí a vuestra madre). Ya
lo vimos en Murphy Brown o en otras series de Sorkin (Studio 60
sin ir más lejos). Llevar adelante un programa de televisión (o una revista o
un programa de radio) saltándose las reglas tiene, casi siempre, todas las de
perder. Pero cuando sale bien, uf! nada es comparable. Network, un mundo
implacable, de Sidney Lumet, lo llevaba al extremo.
Lo mejor de The Newsroom es... prácticamente
todo. Me ha sorprendido Jeff Daniels, al que no me quito de la cabeza en
Dos tontos muy tontos y que, sin embargo, le insufla a su personaje una
fuerza inusual. También la siempre lánguida Emily Mortimer (La invención de
Hugo), la mujer que le rompió el corazón, con la que veremos tensión
sexual, y que es su nueva productora ejecutiva (iba a ser Marisa Tomei,
qué pena). Su jefe bonachón (Sam Waterson) con pajarita, es clavado a
Cooper, el viejete de Mad Men, siempre por el medio, contento de ver
cómo funciona su proyecto. Entre los jóvenes, un poco de todo para engancharnos
con tramas románticas y de competitividad. Alison Pill, la secretaria
novata ascendida a productora el mismo día, la paciente con cáncer de En
terapia, la vimos también en Los pilares de la Tierra.
Me he enamorado desde ya de John Gallagher
(Jim Harper, el nuevo productor), que ya trabajó con Pill en Retrato de
April (2003), y que aquí tiene cierto feeling con ella. Además de El ala
oeste de la Casa Blanca, Gallagher salió en Ley y orden, serie en la
que también ha coincidido con Sam Waterson y Thomas Sadoski, que
interpreta al antiguo productor, novio de Pill. Dev Patel (Slumdog
Millionaire) es el bloguero listo y aunque no las vemos en el piloto,
también forman parte del elenco Olivia Munn (saldrá en el episodio 2),
una analista financiera, y Jane Fonda (episodio 3) como la CEO de la
empresa matriz (ganazas, recordad que la actriz estuvo casada con Ted Turner,
el fundador de la CNN).
Estas relaciones del equipo (el backstage
del informativo) y los casos que traten frente a las cámaras (vemos la
explosión de una petrolera en el Golfo de México, y habrá otros
conflictos, como el movimiento de ocupación en Wall Street, la crisis nuclear
japonesa o la controversia en Arizona con la anti-inmigración) irán conformando
cada episodio, como ocurría con House en el Princeton-Plainsboro o las
historias de caballería de don Quijote. Los yanquies han visto molinos, a mí me
gusta pensar que existen los gigantes. ¡Viva Sorkin!”
¿Qué
he aprendido? Que no me voy a perder ni uno de los diez episodios de la primera
temporada de The Newsroom (además,
para practicar inglés es formidable) y que antes de ver ninguna película, me
voy a fijar en quién es el guionista.
Tenemos
que dedicar tiempo y atención a buenas historias escritas por buenos
guionistas. La vida es muy corta como para perderla en relatos de escritores sin
talento.
Mi
agradecimiento a Aaron Sorkin, a quienes han hecho posible una maravilla como
The Newsroom (actrices y actores, director, productor) y a Alejandro por ponerme en esta línea tan fascinante.