Elefante blanco y Las Navas de Tolosa


Esta mañana he ido a ver Elefante blanco, una película argentina de Pablo Trapero protagonizada por Ricardo Darín. La historia de un grupo de sacerdotes católicos en una barriada marginal de Buenos Aires, en la que en su día se proyectó construir el mayor hospital de Iberoamérica (y hoy llamado “el elefante blanco”). Una historia de drogas, sexo y religión, poder político y espiritual… En principio, con todos los ingredientes para una gran historia. Sin embargo, el guión me parece manifiestamente mejorable, porque no implica al espectador. Le falta gancho, la capacidad de generar emociones. Y sin vínculo emocional, todo lo que les ocurre a los vecinos de ese barrio bonaerense y a sus altruistas sacerdotes (incluyendo la asistente social) francamente nos afecta muy poco, por no decir nada en absoluto. Una lástima.
El tirón para ver esta peli es, claro está, Ricardo Darín. Darín es la gran marca del cine argentino actual. Y está solvente en Elefante blanco. Ricardo Darín siempre está solvente, porque es el Xavi Hernández del cine hispanoparlante. Igual se mete en la piel de un oficial de juzgados (El secreto de tus ojos) o de un empresario estresado (El hijo de la novia) o en el de un golfete (Nueve reinas) o en el de un misógino xenófobo (Un cuento chino). Siempre tiene algo que ofrecer a sus personajes, desde la sinceridad y la creatividad.
En la portada de la revista DT aparece una foto en primer plano de Ricardo Darín, con la pregunta: “¿A quién le cae mal este tipo?”.
La gran ventaja de Darín es que es una persona natural: “Mi padre me educó en la libertad de pensamiento, fuera éste acorde o no con las normas establecidas”. Tiene tanto trabajo en Argentina y en España que no se plantea ir a Hollywood. Además, reconoce que aunque le han ofrecido proyectos (El secreto de sus ojos ganó el Óscar a la mejor película extranjera), no eran especialmente interesantes. Darín es conocedor de su talento, de dónde encaja y dónde no.

Mañana día 16 de julio, la Virgen del Carmen, se cumplen 800 años de la batalla de Las Navas de Tolosa (1212). Como somos un pueblo que no pone en valor su historia, la mayoría desconocemos realmente qué pasó allí. Me he comprado ayer en la FNAC un voluminoso texto para aprenderlo.
La coalición de reyes cristianos, liderada por Alfonso VIII de Castilla, Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón, con el beneplácito y la bula del Papa Inocencio III, encontró un paso por Sierra Morena que no estaba vigilado por los almohades (la leyenda dice que fue San Isidro quien se lo indicó). Y allí empezó la principal batalla de la Reconquista. Muy probablemente, si no hubieran ganado los reinos cristianos, África empezaría hoy en los Pirineos.
A partir de La Navas de Tolosa (en La Carolina, Jaén), Al Andalus se fue desintegrando en reinos de taifas. 17 años antes, la derrota de Alarcos por Alfonso VIII de Castilla acercaba peligrosamente a los árabes a Toledo. Era necesaria una Cruzada para cambiar el marcador.
Unos 15.000 cristianos frente a 20.000 musulmanes. Las órdenes de caballería (Calatrava, Temple, San Lázaro y San Juan) frente a las tropas de Al-Nasir y su Guardia Negra. López de Haro lidera el primer ataque. Después, la caballería ligera almohade rodea a la infantería cristiana. Ante las bajas, algunas tropas cristianas rompen la formación y huyen; les siguen algunos soldados de la caballería almohade, que también rompen la formación. Ante la dificultad de la situación, Alfonso de Castilla ordena la carga final con todas las tropas; Pedro de Aragón y Sancho de Navarra le siguen. Sancho VII el Fuerte atraviesa la última de defensa almohade y llega hasta la tienda de Al-Nasir, que huye. Dice la leyenda que, a la deseperada, Alfonso VIII le dijo delante de todos al Arzobispo de Toledo: “Arzobispo, muramos aquí vos y yo”. A lo que el religioso contestó: “De ningún modo. Antes bien, aquí os impondréis a los enemigos”. Así somos: ¡A por ellos, Oé!
Es una lástima que (como dice el historiador Juan Eslava Galán, “por la crisis económica y por la corrección política que nos impide sentirnos orgullosos de un hecho de armas)” no conmemoremos el octavo centenario de Las Navas de Tolosa como merece la ocasión. Una batalla que cambió el signo de los tiempos.
Sí, al año siguiente ya estaban los almohades lanzando sus razzias contra territorios cristianos, pero sirvió para que los castellanos pudieran situar una cabeza de puente, la fortaleza de Vilches, más allá de Sierra Morena. Doce años después de Las Navas de Tolosa, Fernando III el Santo retomaría la conquista de Andalucía, algo que conseguiría en 25 años, a excepción del reino de Granada, que se mantuvo dos siglos y medio más por un asunto fiscal (los antepasados de Boabdil pagaban a la corona de Castilla cuantiosos tributos).
Como ha dicho el sevillano Francisco Rivas, autor de 1212. Las Navas, Europa estuvo asediada por el norte (los vikingos), por el este (los eslavos) y por el sur (los sarracenos). La victoria cristiana en Las Navas de Tolosa significó la desaparición de la amenaza almohade y el dominio cristiano de la península.

Me habría gustado emocionarme con Elefante blanco, porque el relato tenía mimbres para ello. Me encantaría que los españoles nos emocionáramos con el recuerdo de Las Navas de Tolosa, un episodio esencial de nuestra historia, de fe y de convicción.

Mi agradecimiento a Ricardo Darín, por hacernos disfrutar con sus personajes, y a los historiadores que mantienen viva la memoria de hechos tan importantes como Las Navas de Tolosa. Desconocer la historia puede obligarnos a repetirla, de uno u otro modo.