Un año de Amor y Lluvia

Interesante jornada en Madrid: contacto con clientes, reuniones internas de proyectos y diálogos fructíferos con coaches especializadas en Comunicación (Adriana Kaplan), en Estilo de Vida (Maite Bermejo) y en Deporte (Natalie Lainsa). El coaching avanza como ciencia, como arte y como ética, con excelentes profesionales como ellas.

A las 4 me he permitido hacer un huequito de agenda para ver También la lluvia, la película de Iciar Bollaín que no me quería perder. Una cinta excelente (una de las cuatro nominadas al Goya a mejor película), con un muy buen guión de Paul Laverty y las actuaciones de alto nivel de Luis Tosar (que está impresionante), Karra Elejalde y el resto del reparto. Una magnífica reflexión sobre el poder, la codicia y lo poco que cambia la naturaleza humana.

En Expansión & Empleo de ayer día 11, Alberto Córdoba (DBM) hablaba precisamente sobre esta película en su artículo: Luchadores contra la adversidad.
"El rodaje de una película es una de las experiencias de gestión más salvajes que existen. Es management puro, enfrentarse a las peores circunstancias, a la máxima presión posible y a lo peor del ser humano. De eso trata 'También la lluvia' que, dirigida por Icíar Bollaín, desvela los instintos de las personas cuando son expuestas a situaciones límites.
El día a día del rodaje de un largometraje supone tener un accionista que recuerda a cada minuto los riesgos y las limitaciones, trabajar con un equipo que apenas se conoce y que sólo va a serlo durante un tiempo y contar con un presupuesto ajustado hasta para cubrir las necesidades básicas. También es sinónimo de unas jornadas laborales en las que la conciliación del sueño es la única conciliación posible (y casi nunca alcanzable). Implica unir a un centenar de personas con objetivos opuestos, con egos infinitos y con familias rotas por culpa de su profesión y, en definitiva, supone un sueño colectivo al que sólo el azar y una gestión perfecta puede llevar a hacer realidad.
Esta es la esencia de También la lluvia, que cuenta el rodaje de una película, de cómo hacer realidad un reto laboral, de cómo hacer frente a todos esos conflictos profesionales y salir vivo, de cómo hacer el sueño realidad en una Latinoamérica devastada desde Colón hasta Evo. De cómo construir algo que perdure en el tiempo, que genere empleo y orgullo, felicidad y marca. De cómo hacer una empresa viable.
El director, Sebastián -Gael García Bernal-, es un director general y tiene un objetivo global: hacer su película, un filme que cambie el mundo, que haga que se alteren para siempre las condiciones de los indios americanos. Sin embargo, su desafío desciende en plena dirección por objetivos hasta cien retos distintos. El principal es el financiero, papel que asume el productor, Costa –Luis Tosar-: Pragmático y cínico insiste en hacerlo al menor coste posible y en el plazo programado. Por otra parte, se encuentran los objetivos de los actores. Los españoles quieren hacer crecer a su personaje, ganar premios, elevarse por encima de los demás; mientras que los bolivianos pretenden aprovechar la coyuntura para reivindicar su situación, levantar su voz al mundo y lograr acabar con el robo sistemático que sufren de los recursos mínimos para sobrevivir. Y es que también la lluvia les es robada.
A esta película dentro de una película le sucede lo mismo que a tantas empresas con sus políticas de RSC, que dicen una cosa y acaban haciendo otra.
Sólo ante el peligroUn director se enfrenta a todos estos problemas pero debe procurar salir ileso de la situación. Para conseguirlo tiene que seguir cinco recomendaciones básicas:
1. Mantener su sueño intacto, pese a quien pese. A pesar de la extrema vigencia de lo que cuenta y de darse cuenta de que está haciendo justo lo que quiere denunciar. A esta historia, que no es más que una película dentro de una película, le sucede lo mismo que a tantas empresas con sus políticas de RSC, que dicen una cosa y acaban haciendo otra. Que aseguran que lo primero son las personas, pero luego cuando las despiden, sólo les dan dinero y un adiós. Que comunican campañas de ayuda al Tercer Mundo al mismo tiempo que a sus trabajadores en esos mismos países los explotan de forma inmisericorde.
2. Tiene que anticipar los riesgos. Lo hace desde la selección. Es capaz de prever los problemas que va a generar cada persona, de manera que se prepara para cuando vengan. Los sufrirá, pero no le pillan por sorpresa. Tiene un plan B. Lástima que se parezca demasiado al plan A.
3. Debe lograr claridad. Que cada uno conozca su rol. Que sepa hacia dónde ir y cómo hacerlo. Para ello, empieza por reunir a todos y consensúa con el grupo la visión colectiva.
4. Tiene que ganarse el compromiso del grupo porque siempre surgen conflictos. Para gestionarlos, el director recurre a la relación, otras a la jerarquía y, casi siempre, a la autoridad. Pero sobre todo tira de su equipo, consigue que no todo dependa de él. De esta manera, en También la lluvia logra que su productor se vuelva eje y que su protagonista influya sobre el resto de actores. Pero pese a sus intentos el peligro es excesivo, lo que impide tener a todos fidelizados y no tiene más remedio que ser él quien dé el primer paso.
5. Debe dar ejemplo. Ante las peores circunstancias o el peligro real que puede acabar con sus vidas, un buen líder debe ser el último en abandonar el barco y en olvidar su sueño, pero tiene que ser el primero en seguir adelante para conseguir su objetivo. No todos le seguirán y, en su camino, deberá seguir ganándose a muchos. De esta manera logra que su sueño se haga realidad, que aun en las peores circunstancias, el management le sirva para solventar lo peor del ser humano y encontrar lo mejor de él mismo. Para conseguir un objetivo, cambiar el mundo, aunque en el proceso quien tenga que evolucionar para lograrlo tenga que ser él”.
Alberto se centra en la labor del director. La cinta ofrece además un recital sobre el papel del productor (un tipo pesetero que, a la hora de la verdad, es más valiente y defiende la justicia más que los supuestos idealistas) y sobre Daniel, el líder indigenista (una persona que sabe lo que es importante en la vida). El agua (también la lluvia) dará lugar a los mayores conflictos del siglo XXI, no cabe duda. Tendrá el mismo valor que el oro para Colón y los conquistadores".

En El Diario Montañés de hoy, mi amigo Antonio Lamadrid nos desea Un año de ·Amor:
"Luz Casal nos ofrecía, años atrás, 'Un año de amor'. Dado que estamos a comienzos de un nuevo año y salvando las inmensas diferencias, yo quisiera también cantar por un año de amor, de amor y pasión por el trabajo bien hecho, y por las personas con las que nos relacionamos en todos los aspectos de nuestras vidas. Amor por todo lo que hacemos, a lo que nos dedicamos. Ültimamente tengo la costumbre de preguntar, a todos los afortunados que tienen un trabajo: «Y usted ¿cómo considera que hace su trabajo?» La respuesta, casi siempre es: «Bien». Claro, esta bondad, a secas, de nuestro trabajo, en estos tiempos, es condición necesaria, pero no suficiente para tener éxito en nuestro desempeño profesional. Como consumidores, compradores o usuarios de un servicio estamos dispuestos a pagar el precio justo de aquello que precisamos, pero lo adquiriremos allí donde percibamos implicación, compromiso, en suma, amor por lo que se hace. No, hacerlo sólo 'bien' ya no es suficiente, tenemos que hacer nuestras tareas entre 'muy bien' y 'excelente'. Todo lo que esté por debajo de esos niveles el mercado lo rechazará y sólo lo aceptará si el precio, el reducido precio, lo justifica o la obligatoriedad, casi siempre de lo público, así lo exige.
Quizá al leer estas torpes palabras piense que me refiero sólo a la actividad comercial de quien presta el servicio y no, no es sólo así. El valor de lo que hacemos no es sólo de las personas que están en primera línea de ''juego' con otras personas. Tanto en empresas como en instituciones todos estamos entrelazados, todo tiene que ver con todo. Usted operario, funcionario, comerciante, profesional de la sanidad, contable, vendedor, directivo, am@ de casa o educador, todos los que producimos y generamos valor estamos obligados a la excelencia en nuestros desempeños, a dedicarnos en cuerpo y alma y con pasión a aquello que nos permite ganarnos las habichuelas y además sirve de forja para nuestra satisfacción y profesionalidad.
¿No es cierto que tenemos que trabajar para vivir? Esa es nuestra maldición bíblica al expulsarnos del paraíso de la abundancia hacia el infierno de la escasez. ¿No es cierto que debemos dedicar buena parte de nuestra existencia al trabajo? Pues mire, si lo hacemos con pasión, con implicación, con compromiso y por supuesto con todos los parabienes de la legalidad y de nuestros derechos como trabajadores, si así lo hacemos, conseguiremos, además de beneficiar a otros con nuestras interacciones, la excelencia en el trabajo: que el trabajo deje de ser un trabajo.
En el fondo, y en la superficie, nos merece la pena. Creo que es mejor que el tiempo de trabajo sea satisfactorio a que sea una tortura, la nuestra y la de todos los que nos rodean. Prefiero un año de amor... por lo que hago y por lo que soy”.

Gracias, Antonio y Alberto. Si perdemos la pasión y perdemos nuestra lucha por la dignidad, nos despojamos de lo verdaderamente humano. Que en este año tengas mucho Amor y mucha Lluvia (también).