La dignidad y la indignación

Soleado domingo, primaveral aunque algo frío, en este domingo de mediados de enero. Desayuno en VIPS leyendo la prensa dominical. Me ha interesado el libro ‘Indignez vous!’ (¡Indignaos!), de Stéphane Hessel, que se ha convertido en un fenómeno literario en Francia (850.000 copias vendidas). Hessel tiene 96 años, se dirige a su mujer, de parecida edad, llamándola “amor mío” y ha escrito un texto de 32 páginas que se vende a tres euros y será traducido a 20 idiomas. Nacido en Berlín en 1924, de padre escritor y madre pintora, amigos de Duchamp y de Picasso, conoció a Walter Benjamin a los 15 años y a Sartre en la Escuela Normal Superior. Luchó en la resistencia, fue detenido por la Gestapo y estuvo en un campo de concentración. Participó en la elaboración de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, redactada en el palacio de Chaillot de París. Vivió en Nueva York y Viena, viajó por todo el mundo. “Mi obra exhorta a los jóvenes a indignarse, dice que todo buen ciudadano debe indignarse actualmente porque el mundo va mal, gobernado por unos poderes financieros que lo acaparan todo”. “En nuestra época teníamos un adversario claro: Hitler, stalin. Y dijimos ‘no’. Ahora, el enemigo es más difícil de encontrar. Pero es igual de importante decir ‘no’. Hay que resistir otra vez. Nosotros nos jugábamos la vida. pero los jóvenes se juegan ahora la libertad y los valores más importantes de la humanidad”.

Hessel pertenece a la generación de veteranos, como Betty White (88 años, jornada laboral de 6 de la mañana a 1 de la madrugada), Clint Eastwood (80 años y una peli por año), Judi Dench (76 años, 3 estrenos para 2011), Morgan Freeman (73 años y 3 estrenos en cartera), Jack Nicholson (73 años, próximo estreno), Harrison Ford (68 años, 2 estrenos en 2010 y 2 en 2011) o Hellen Mirren (65 años, 4 estrenos en 2010 y 3 en 2011) o, que están en plenas facultades y tienen mucho que enseñarnos. En diez días se estrena RED, una historia de antiguos espías con Bruce Willis, Morgan Freeman, Hellen Mirren… “La mejor receta para mantenerse vivo es no perder la curiosidad. Yo hago un trabajo que me gusta y no los distingo del ocio” (Amando de Miguel, 73 años).

Indignante. En España hay 656.000 casas terminadas sin vender, 290.000 en construcción, 360.000 obras paradas. Una deuda de 400.000 millones de euros. Imposible de pagar. El sociólogo Víctor Pérez Díaz presenta mañana el análisis Alerta y desconfiada: la sociedad española ante la crisis y hoy le entrevistaba en ABC la periodista Virginia Ródenas: Políticos: “No nos fiamos de ellos. El 88% los ve como enemigos que luchan por el poder y no por el bien común”. La sociedad civil: “Es una asunto pendiente. Debe poder presionar sin ser compañera de viaje de los partidos políticos”. Un 76% cree que los políticos no están motivados porque no sufren la crisis en sus propias carnes y para el 88% lo que intentan es desviar la atención. El 75% considera prioritario reducir el déficit público, rebajando los gastos de personal y el 67% desea que papá-Estado le resuelva la papeleta. Para el 59%, la crisis se debe a los abusos del capitalismo, el 78% está en desacuerdo con cómo el gobierno afronta la crisis. En definitiva, la gente no espera gran cosa de casi nada. El 66% cree que esto nos va a llevar a que cada uno vaya más a lo suyo. “Este país maltrata al emprendedor” (Alejandro Suárez, empresario y autor del libro Ha llegado la hora de montar tu empresa). En 1977, el 30% de la población era emprendedora. Ahora estamos en el 5%.

Esta mañana he comprado en La casa del libro y en la librería de El Corte Inglés de Goya Algo va mal, del historiador Tony Judit (los otros dos han sido El mantra del talento, de mi amigo José Manuel Casado y Cambia el chip, de Chip Heath y Dan Heath, que leeré esta próxima semana). La tesis del profesor Judit (Londres, 1948- Nueva York, 2010) es simple y profunda: nos hemos acostumbrado a un estilo de vida egoísta que nos resulta natural, una admiración hacia los mercados no regulados, el desprecio por el sector público, la ilusión del crecimiento infinito que parece de siempre y se remonta a los años 80.
“Ninguna sociedad puede prosperar si la mayoría de sus miembros son pobres y desdichados”, escribió Adam Smith. Parece que lo hemos olvidado. Reino Unido y EE UU marcan la pauta en la desigualdad: en 2005, antes de la crisis, el 21’2% de la renta estadounidense estaba en manos del 1% de la población (ahora es incluso peor). En 1968, el CEO de General Motors ganaba 66 veces más que un empleado promedio. Hoy, el de Wal-Mart gana 900 veces más que un empleado promedio. Los Walton, fundadores de la empresa, tienen una fortuna (90.000 M $) equivalente a los ingresos del 40% de la población de EE UU: 120 millones de personas. Las consecuencias son mala salud, oportunidades de educación perdidas, alcoholismo, juego, drogas, obesidad, delincuencia…
“Nuestros sentimientos morales se han corrompido”. ¿Qué ha provocado esto, las actitudes previas a la Inglaterra victoriana? Tras la II Guerra Mundial se consiguió un amplio consenso respecto al estado del bienestar. (Keynes murió en 1946, agotado por el trabajo durante la guerra). “Mi generación, la de los sesenta, pese a sus grandes ideales, destruyó el liberalismo por sus excesos” (Camilla Paglia). Los ingenieros de los 50 no estaban preparados para la rebeldía de los ‘revolucionarios’ de los 60. La Escuela de Chicago heredó “la venganza de los austriacos” (von Mises, Hayek, Schumpeter, Popper, Drucker). La Sra. Thatcher, Ronald Reagan, Giscard d’Estaing convirtieron al estado no en la solución, sino en el problema. Privatizaciones ineficientes, mercados sin control y una sociedad eviscerada. “El ciudadano de a pie –que necesita subsidio de desempleo, atención médica, prestaciones sociales u otros servicios instituidos oficialmente- ya no acude de manera instintiva al Estado, la administración o el gobierno”. El comunismo cayó en 1989 y se tomó, indirectamente, como presa, la labor liberadora del Estado. “Durante el largo siglo del liberalismo constitucional, de Gladstone a Lyndon B. Johnson, las democracias occidentales estuvieron dirigidas por hombres de talla superior. Con independencia de sus afinidades políticas, León Blue y Winston Churchill, Luigi Einaudi y Willy Brandt, David Lloyd George y Franklin D. Roosevelt representaban una clase política profundamente sensible a sus responsabilidades morales y sociales”: Un liderazgo del que no disponemos hoy. ¿Qué podemos hacer? “El egoísmo resulta incómodo aun para los egoístas. De ahí el auge de las comunidades cerradas”. “Ha llegado el momento de revertir esta tendencia”. Más nos vale. “Es revelador que, en Alemania, los demócrata-cristianos de Angela Merkel hayan abandonado calladamente su breve entusiasmo por el mercado a favor de una identificación popular con el Estado social de mercado como garantía contra los excesos de las finanzas globalizadas”. Tenemos que repensar la libertad, la seguridad, el Estado y el capitalismo. El autor cita a Karl Popper: “Es supuesto choque entre libertad y seguridad resulta ser una quimera. Pues no hay libertad si el Estado no la asegura; por el contrario, sólo un Estado controlado por ciudadanos libres puede ofrecerles una seguridad razonable”.

Esta tarde, a las 4, he estado viendo Amor y otras drogas, una comedia romántica interesante. A un nivel superficial, una especie de Love story del siglo XXI (amor de un chico guapo y una rebelde que está muy enferma). Desde un análisis más profundo, la historia de un vendedor de electrodomésticos reconvertido a visitador médico, que no se para en prendas para alcanzar su cuota (los enfermos no importan). Las “otras drogas” son el prozac que vende un rival y la viagra que vende él mismo. En su comportamiento (hasta el “final feliz”) siente tan poca compasión y respeto por sus ligues como por los médicos y sus pacientes. Así es el capitalismo salvaje e indignante a nuestro alrededor. Lo curioso es que nos reímos de ello porque nos resulta natural.

Mi agradecimiento a los viejos guerreros, como Stéphane Hessel, Clint Eastwood, Morgan Freeman, Judi Dench o Helen Mirren, para que nos miremos en estos admirables espejos y sepamos cambiar el curso del río.