El dilema moral

Vuelo Bilbao-Madrid a las 7.20 de la mañana. Es una preciosidad ver amanecer sobrevolando San Lorenzo del Escorial. A las 9, módulo de Liderazgo del Máster corporativo del CEU con los profesionales de Holcim Services en inglés. 32 directivos que sirven a la compañía en 22 países. Es muy importante que los líderes de los equipos como los de esta gran multinacional europea comprendan la relación entre el liderazgo, la creación de equipos de alto rendimiento, la satisfacción de los profesionales de una empresa y la calidad de servicio al cliente y practiquen para convertir la formación en auténtico desarrollo.

Reunión a las 19.30 horas con un periodista irlandés, seguidor de este blog, para hablar de Management Celta. El hombre tranquilo, de John Ford, es una de mis películas favoritas y el modo de vida celta (de Irlanda, de Galicia) me parece una gran conquista del ser humano. Y después cena con un empresario ligado al mundo del deporte que está revolucionando su sector y se plantea seriamente invertir tiempo y dinero en el coaching estratégico.

En El Correo de hoy leo un interesante artículo sobre el vizcaíno Fernando Iturbe, entrenador del Atlético de Madrid alevín: “En la cantera del Atlético el jugador es un proyecto, no un producto”. “El entrenador abarca cada vez más áreas, como la psicología y la formación”. Ver a los chavales atentos y con ganas de aprender es muy gratificante”. El líder como coach, el coach como líder.

Y en La Vanguardia, en las páginas de deportes, Màrius Carol nos propone Dos vidas en un instante. Se refiere a la película protagonizada por Gwyneth Paltrow en 1998 sobre dos destinos distintos (por perder o coger el metro) y sobre la posibilidad de que Mourinho hubiera sido el entrenador del Barça en lugar de Guardiola hace dos años. “Al final, el club se decidió por Guardiola, pero por un momento pareció que el portugués era el hombre elegido. ¿Se imaginan qué diría esa prensa de Madrid que le ríe las bravatas, los desplantes a Mourinho si fuera el entrenador azulgrana? (…) Las conferencias de prensa de Guardiola seguirán siendo escrupulosamente elegantes, sin ningún exabrupto. Como proclamó Coco Chanel, la elegancia no está en los vestidos, sino en el estilo de quien los luce”. El artículo de Màrius me ha recordado la anécdota de Henry Kissinger, entonces Secretario de Estado, sobre un dictador del tercer mundo: “Sí, es un h de p… pero es nuestro h de p”. El fútbol levanta pasiones y lo que le criticamos a los demás se lo perdonamos a los nuestros. Como decimos Leonor Gallardo y un servidor en el libro Mourinho versus Guardiola, de próxima aparición, lo que une a Pep y Mou es mucho más que lo que les separa.

Pilar Rahola escribe, también en La Vanguardia, sobre El debate moral de Felipe: “Recuerdo que estaba en Chile y en la mesa había universitarios judíos que se declaraban pacifistas. En un momento determinado planteé el dilema, a sabiendas de que algunos habían perdido a la mayoría de su familia en el holocausto. "Si hubierais tenido a Goebbels delante y una pistola, ¿no habríais disparado?". De todas las respuestas que escuché, me quedo con una que centra magistralmente la cuestión: "Si el debate se plantea en términos individuales, sí, habría disparado. Yo contra el mal. Si soy el presidente de un Gobierno, estoy en guerra con Alemania y tengo a Goebbels en la diana, habría disparado. Pero si soy el presidente de una Alemania democrática, tengo a Goebbels a tiro y puedo disparar, no lo habría hecho. Ya no soy yo contra el mal. Entonces se trata de la ley contra el mal". Es decir, el debate nunca se puede plantear en los términos clásicos del ¿qué haríamos con el violador de nuestra hija, o el asesino de nuestro padre o...?, porque el individuo solo ante el horror puede pisar muchas fronteras, incluyendo las de su propia moralidad. Pero Felipe González no puede plantearlo ni en términos individuales ni morales, sencillamente porque no le corresponde. ¿Quién es él para hacerse la pregunta? Por supuesto hablo de la entrevista de Millás en El País, donde Felipe aseguró que había tenido a la cúpula de ETA a tiro en Francia y que había tenido que decidir si la hacía "volar" o no hacía nada. Asegura que la duda sobre si tomó la decisión correcta aún le atormenta. Perdonen, pero ¿que qué? Me parece tan escandalosa la confesión que aún estoy más escandalizada por el poco debate democrático que ha provocado, como si diéramos por sentado que es normal tener esa "duda moral" cuando alguien es el presidente democrático de un gobierno. Personalmente, no sólo no lo doy por sentado, sino que niego la mayor. Me puede decir el señor González ¿en qué momento los ciudadanos le otorgamos el derecho a matar a alguien, fuera de la ley, como si fuera Dios o su verdugo? ¿En qué momento se restauró la pena de muerte en España, y con sentencia sin juicio y en manos de un solo tipo? ¿Por qué matar a los etarras y no a un violador en serie de niños? ¿Quién es él para ir más allá de la gestión pública de las leyes democráticas que nos amparan? Los mato o no los mato..., linda margarita. ¿Puede decirme el señor González si se formuló otras veces esa pregunta, y si alguna se la respondió afirmativamente? Porque, claro, si abre el melón, puede que esté muy podrido. La cuestión es que el mandato de Felipe no incluía este debate moral, porque el único debate posible de un presidente es el debate legal. Lo cual nos lleva a una conclusión inquietante: cuando algunos tocan la púrpura del poder se olvidan de su condición terrenal y transitoria, y se creen convertidos en dioses. Y es entonces cuando empiezan a ser auténticos demonios”.

No es que suela comulgar con las ideas de PR, pero en este caso, lo del ex presidente del gobierno es “un dilema moral” (de la moral, de los usos y costumbres) y no un dilema ético (la ética es universal e intemporal). En una democracia como la nuestra, en el seno de la Unión Europea, la vida -la de cualquier, el bebé inocente, el terrorista, el asesino- es un bien a proteger. En un estado de derecho en el que la pena de muerte está abolida no es ni planteable esta duda. La ética, recordando al maestro Marina, es el modo más inteligente de vivir: el fin no justifica los medios jamás, bajo ninguna circunstancia.