Conflictos de élite

Repaso a la prensa del fin de semana. Tino Fernández, en Expansión & Empleo, hace doblete. Por un lado, trata La ruidosa gestión de los conflictos de élite, que subtitula La alta competición, usada como modelo de liderazgo, nos deja episodios no tan edificantes para la empresa real. Se refiere Tino a estrellas del deporte que critican a su presidente y/o a su entrenador por supuestos casos de mobbing, a casos como los de Etoo (moneda de cambio para que el Barça trajera a Ibrahimovic), Sneijder (“entre el mobbing y la testarudez”), Contador-Armstrong-Bruyneel, Fernando Alonso… Tino Fernández cita a Javier Mateos (Think & Go!), Ignacio García de Leániz, Gonzalo Martínez de Miguel (Infova) y a un servidor. Efectivamente, el deporte, que tanto mueve en este mundo, debería profesionalizarse aún más en general: mejores negociaciones, mejor gestión de personas, mejor desarrollo, mejor liderazgo…
Tino Fernández también escribe, en el Especial MBA del mismo diario económico, sobre las escuelas de negocios, que ofrecen respuestas para que la crisis no se repita: Preparados para evitar la próxima recesión. En Columbia, un comité académico extrae lecciones de esta crisis. UCLA, Cornell o el Insead también hablan de ello. No sé si serán pequeñas excepciones a la regla general, que es “más de lo mismo”.
Beatriz Elías entrevista a Rakesh Khurana, profesor de la Harvard Business School, en el Especial MBA. Este profesor considera que la crisis económica ha puesto en entredicho el funcionamiento de las escuelas de negocios y se muestra partidario de acometer cambios profundos en las mismas. Incluso considera que los estudiantes del MBA deberían hacer un juramento hipocrático. El Dr. Khurana publicó en 2007 un libro titulado From higher aims to higher hands: the social transformation of American business schools and the unfilled promise of management as a profesión, que prometo leer. La tesis del mismo, al parecer es que las “business schools” no forman a profesionales de la gestión, sino a contables y financieros.

En Infoempleo (Grupo Vocento), Rosario Sepúlveda trata las expectativas laborales de los universitarios españoles: La generación más preparada retrasa sus sueños de futuro. Son los “adultecentes” o “jóvenes libertos”, con mucha libertad para el consumo o la sexualidad, pero que no pueden construir libremente una trayectoria profesional y vital. El porcentaje de universitarios que opositan ha pasado del 21% al 27% y los que cursan masters o doctorado ha crecido del 10’8% al 14’9%. El hecho es que un tercio de los menores de 25 años está en paro (el 14’7% de las universitarias). Según el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, si por cada año de estudios el salario aumenta entre el 3% y el 3’7%, este porcentaje se queda en el 0’8% a los jóvenes que se estancan en puestos por encima de sus posibilidades (sobrecualificados; el 70% arrastrará este exceso de cualificación en el siguiente empleo). Magnífico artículo el de Rosario Sepúlveda.
También en Infoempleo, Cristina Martín Frutos aporta el retrato robot del estudiante del siglo XXI: son 1’3 M de personas en 77 universidades. Se quejan de que en la carrera se olvida la práctica y casi un tercio no volvería a estudiarla. Sus valores son la familia, la salud y la amistad; la política y la religión apenas les interesan. Para ellos, el éxito es tener la familia que desean, muy por delante de trabajar en lo que les gusta.
Y dos entrevistas muy interesantes: la de Inés Molina a Ramón Tamames (Madrid, 1933), maestro de muchos de nosotros, a quien le gusta estar un cuarto de hora mirando al techo (meditación a la española) y no siente nostalgia de nada; y la de Laura de Cubas a Adrián García, estudiante con la mejor nota de selectividad en 2009: un 10. ¿La clave? La constancia, estudiar hora y media cada día; y el papel de las emociones, de los gustos: “En todas las materias veo algo interesante”. Este gijonés deseaba estudiar matemáticas, a medio camino entre filosofía y física, que le encantan, pero ahora no lo tiene tan claro. Espero que estudie filosofía y física, las dos, y no busque una solución intermedia que le va a satisfacer tanto.

En Cinco Días, Paz Álvarez analiza, a través de Jaime Santamaría, ejecutivo de Unión Fenosa Gas, el master de Esade que le ha llevado a varios países (Estados Unidos, Argentina, Brasil, India, España) en un año. Y Rosario Correro no presenta el último libro de Gustavo Piera, La charca silenciosa, que está estupendo. Gustavo estuvo 28 días atravesando el océano Atlántico y le ha sentado de maravilla.

Finalmente, en El Pais. Semanal, Borja Vilaseca escribe sobre Liberarse de la dependencia hacia el otro. Siempre brillante, Borja nos aclaro que somos “devoradores de bienestar”, que los celos no son amor y que la seguridad es una ilusión. Y nos recomienda un libro (Un nuevo mundo ahora, de Eckhart Tolle), una película (El guerrero pacífico), una canción (En el muelle de San Blas, de Maná) y una parábola: un pescador entre sus redes encontró una botella de cobre y un tapón de plomo. Al abrirla, apareció un genio que le concedió tres deseos. El pescador le pidió en primer lugar que le convirtiera en sabio para poder hacer una elección perfecta de los otros deseos. Una vez cumplida esta petición, el pescador reflexionó y dio las gracias al genio diciéndole que no tenía más deseos.

Y ya que estamos en la era del “error positivo”, quiero confesar un error descomunal. Ayer fuimos a ver Qué les pasa a los hombres (‘He´s Just Not That Into You’), con el reclamo de Scarlett Johansson, Jennifer Connelly, Drew Barrimore, Ben Affleck o Kris Kristoferson. Basada en una obra de los guionistas de Sexo en Nueva York, es lenta, soporífera, pretenciosa, mortal de aburrimiento. Una de las peores películas que he visto este año (y probablemente en mi vida). Las actrices y los actores sobreactúan.
En el blog de cine, Beatriz Maldivia comenta sobre la película: “Se trata de un film multi-historia, dirigido por Ken Kwapis, en el que se cuentan varias situaciones de amor y desamor y de lo que hay entre medias de esas dos cosas: la pareja estable. Más allá del atractivo elenco y del chiste que sale en el tráiler, poco puede aportar el film, pues incluso aunque no esperemos que nos sorprenda con nada novedoso, ni como distracción tonta o como emoción facilona cumple demasiado bien.
Siempre ocurre con las películas que intercalan varias tramas que unas interesan más que otras. De aquí, aquella que interpretan Ginnifer Goodwin y Justin Long es la única que se puede disfrutar como una comedia romántica. Las demás probablemente se introdujeron como relleno y son menos sugestivas que la principal.
¿Qué les pasa a los guionistas? Abby Kohn y Marc Silverstein se han basado en el libro de Greg Behrendt y Liz Tuccillo para escribir este libreto que no tiene nada que aportar, salvo unas lecciones sobre cómo darse cuenta de que la persona que te gusta no está interesada en ti que cualquiera que no salga del parvulario ya puede conocer por sí misma. A diferencia de ‘Pagafantas’, esa película que para muchos era de terror y que mostraba crudos aspectos de la realidad a quien aún no quería verlos, lo que aquí se descubre son verdades que cualquiera que desee quitarse la venda de los ojos en seguida percibirá.
Para trasladar los consejos del librito al formato cinematográfico, se han puesto en boca de uno de los personajes: el interpretado por Justin Long. Esto, en principio, no es una mala solución para resolver el problema de encajar en una historia de ficción una sarta de consignas. Lo que pasa es que no se ha disimulado bien y se hace demasiado patente que ese chico no es un personaje, sino la voz de la razón, que nos va explicando lo que ya deberíamos ver por nosotros mismos en acciones y poniendo en palabras no disimuladas todo el subtexto del film.
¿Qué les pasa a los personajes? Un personaje que tiene más razón que ninguno de los demás no suele dar buen resultado. A pesar de eso, nos identificamos mejor con este sabelotodo que interpreta Long, que con el personaje de quien de verdad debería invitar a la identificación, es decir: el de Ginnifer Goodwin, protagonista de la película. Esta chica es tan inocente, que la única reacción que provoca es la desazón y ganas de que reaccione. Por mucho que se diga que esta película es para mujeres, es mucho más fácil ponerse del lado de cualquiera de los personajes masculinos que de los femeninos.
¿Qué nos pasa a las mujeres? El film no analiza los problemas de los hombres con respecto a la pareja, sino los de las mujeres, por ello, el título español, aunque refleje lo que ellas se preguntan, no es el más acertado. Todos los personajes femeninos de esta película piensan igual y tienen las mismas obsesiones sobre las relaciones amorosas. La ventaja que podría tener la historia múltiple es ofrecer diferentes puntos de vista sobre un mismo asunto. Por ello, se podría aplicar el tópico de que las mujeres lo único que desean es casarse a algunas y otras, no. Si una obra presenta un único individuo de un grupo social y dice que es de una manera diferente, no tenemos por qué tomarlo como análisis y conclusión sobre ese grupo. Sin embargo, cuando presenta a varios especímenes y de todos dice lo mismo, no podemos evitar concluir que ésa es la imagen que tiene y quiere transmitir sobre todos los individuos de ese grupo.
¿Qué les pasa a los espectadores? Les pasará que acabarán viendo esta película porque se dejarán seducir por la presencia de tantos intérpretes famosos. Este aspecto no les decepcionará, ya que todos interpretan muy bien sus papeles. Si no son demasiado exigentes, podrán pasarlo medianamente bien, pero no porque se trate de un film comercial que no satisface a los intelectuales, sino porque, dentro de sus pretensiones cómicas y ligeras, podría haber estado mejor.”
Beatriz le da una estrella y media sobre cinco a esta peli. Creo que ha sido muy generosa. Yo no le daría ni una estrella, que creo que es el mínimo.