Cambio en el modelo productivo, Cambio en el modelo directivo

Sorprende, ante tanto dato terrible de la economía de nuestro país (caída del PIB de un -3’8% a lo largo del año; consumo e inversión hundidos; entre 4 y 5 millones de desempleados; déficit público desbocado;IPC negativos) que la inversión extranjera neta aumentara en 2008 un 26’7%, situándose en niveles de récord histórico. Este dato, que nos aporta hoy José María Triper en las páginas de El Economista, contrasta con la caída del 20% en la inversión mundial y del 30% en Europa. Así es. La inversión extranjera bruta en participaciones de capital se elevó a 3.771 M €, el mejor registro desde el inicio de la serie en 1993 excluido el 2000. Dentro de la UE, los 44.800 millones de euros recibidos nos coloca en tercer lugar, tras Francia y Reino Unido y por delante de Bélgica y Alemania. El principal inversor extranjero en España es Reino Unido, con 13.198 M € en 2008 (más del 95% es por la compra de Altadis por Imperial Tobacco); tras los británicos, Alemania (7.492 M), Holanda (2.552 M) y Francia (2.178 M). Italia, que había sido el 1º en 2007 por la compra de Endesa, ha pasado al 7º lugar. Las desinversiones han caído en 2008 un 70% respecto a 2007. Según este artículo, “las grandes operaciones realizadas durante el primer semestre del año, junto con el mantenimiento de la excelente valoración que las empresas multinacionales tienen de nuestro entorno de negocios, es decir, la competitividad de los sectores y la calidad de los proveedores, además de unos costes operativos atractivos son las razones que explican el crecimiento de la inversión extranjera en España, a pesar de la crisis financiera”.

Tengo para mí que los inversores extranjeros tienen muy claro que nuestra gran oportunidad es la calidad directiva, puesto que la mayor parte de las multinacionales instaladas en España (en alimentación y distribución, en industria, en servicios, en TIC) son altamente competitivas. Como nos recordaba Juan José Guibelalde como Presidente de AECOC en la jornada de Talento frente a la Crisis (APD) hace unos meses, su sector está muy atomizado, y en esas condiciones es muy poco productivo y competitivo.

También en El Economista, Isabel Acosta nos cuenta que cambiar el modelo (productivo) por ley es inviable. “España siempre tendrá el binomio construcción y turismo, por su ubicación geográfica y porque ‘el sol es gratis”. Cita a Javier Díaz-Giménez (IESE): “El Gobierno no debe favorecer nada que no pase la prueba del mercado. No puede hacer que algo sea rentable. Tiene efectos secundarios no previstos y contraproducentes”. En la misma opinión abundan el Rector Fernando Fernández y el DG del IEE Juan Iranzo. Efectivamente, la política de “caballos ganadores” no parece sostenible. Desde mi humilde punto de vista, lo que debe hacer el gobierno es apostar de verdad por la educación (tenemos la tasa de fracasos más alta de Europa y un modelo educativo endogámico y complaciente) y por la calidad directiva (el desarrollo más allá de la formación). Esta crisis está demostrando que la mayoría de nuestros empresarios y ejecutivos no es que sean tayloristas; es que se están comportando como necios (con el mismo respeto que utiliza Fernando Trías de Bes el término “necedad” en su último libro: como completos ignorantes de lo que está pasando).

Coincido con lo que hoy decía mi admirado Santiago Álvarez de Mon (IESE) en Expansión, en su artículo La banalidad del diagnóstico social. Citaba a nuestra común amiga Rosa García (Microsoft): “Comprar más ordenadores y software para los colegios. Pero, ¿de qué sirve un ordenador si no sabemos utilizarlo para mejorar la forma de educar? La forma en la que evaluamos y educamos no facilita el proceso de aprendizaje. Debemos enseñar a los niños a ser más críticos, a pensar más, a investigar, en vez de crear autómatas. El ordenador es la excusa perfecta para abdicar de nuestros deberes y responsabilidades”. Y también cita a Thibon: “Si no sabemos unir la abundancia exterior con la disciplina interior, la propia abundancia nos será arrebatada”. El maestro Álvarez de Mon señala: “Acomodados a vivir del ladrillo y del sol, la crisis nos recuerda que la abundancia material que hemos disfrutado no está garantizada. O espabilamos o pasará a ser un capítulo nostálgico de la historia económica de este país.” Estoy plenamente de acuerdo: no se trata de evitar la construcción/inmobiliaria ni el turismo, sino hacerlo desde la excelencia, lo que sólo se puede lograr con calidad directiva e inversión en tecnología.

Por ello, me parece lamentable el dato que nos ofrecen el Ceprede (Centro de Predicción Económica de la Universidad Autónoma de Madrid) y Agett (la patronal de las empresas de trabajo temporal): el 84’3% de los desempleados españoles no se están formando. En el tramo de edad de 16 a 19 años sólo se forma el 31%.

Y luego está Europa. Martí Saballs, uno de los mejores periodistas de nuestro país, nos cuenta hoy en su columna de Expansión: Europa no se merece esta campaña electoral. Me permito reproducirla:
“El sábado 23 de mayo, sobre las 18.30 de la tarde, tuve la fortuna de estar en la Puerta de Brandenburgo. A lo largo de todo el día se celebraba el 60 aniversario de la constitución de la República Federal de Alemania. En uno de los dos escenarios instalados al lado de la Puerta, Daniel Barenboim dirigía la Staatskapelle de la Ópera Estatal de Berlín, que tocaba la Novena Sinfonía de Beethoven, conocida como el Himno de la Alegría. Enfrente, en el palco de autoridades, destacaba el presidente de Alemania, Horst Köhler, que había sido reelegido aquel mismo día, acompañado por la canciller Angela Merkel. Decenas de miles de personas escucharon el concierto desde Pariser Platz hasta bien entrada la avenida 17 de junio. Un momento inolvidable. Hacía casi veintidós años que no visitaba la capital alemana. Demasiado tiempo. En julio de 1987, dos años antes de la caída del Muro y después de atravesar la ex República Democrática Alemana (que no tenía nada de democrática) en tren, visité Berlín Oriental a través de la inhóspita estación de metro de Friedrichstrasse. Visité el museo Pergamon, bebí una cerveza en una terraza delante del río Spree y paseé por la triste Unter den Linden. Otro mundo comparado con la Berlín libre que tuvo la suerte de ser salvada por los países occidentales. Actualmente, no hay otra ciudad en el mundo como Berlín. En ella se desarrollaron las dos peores pesadillas de la historia del siglo XX: nazismo y comunismo. La infamia se apoderó en dos ocasiones del centro de Europa. Dos profundas heridas que la población quiere curar desde todos los aspectos. Desde las reestructuraciones urbanísticas y arquitectónicas hasta la recuperación de la memoria histórica para que a nadie se le olvide el horroroso pasado. Ni a los berlineses ni a los europeos.Porque en Berlín, Europa existe. Delante de la residencia de la cancillería, en el palacio de Schloss Bellevue, la bandera de Europa ondea a la misma altura que la alemana. No es el único lugar. Es muy habitual ver la bandera de las doce estrellas doradas sobre fondo azul en la capital alemana, a diferencia de lo que ocurre en las principales ciudades españolas, donde su presencia es menos que testimonial. Una pena. Al menos, para los que apostamos por una mayor integración política europea y que deseamos que algún día podremos votar directamente a un presidente de los Estados Unidos de Europan o a listas parlamentarias transeuropeas. En medio de este camino, España, desgraciadamente, volverá a demostrar en las elecciones al Parlamento Europeo su alejamiento y desconocimiento de lo que representa la Unión Europea ¿Culpa de los ciudadanos? No. Culpa de nuestros políticos, que no son capaces de estar a la altura de las circunstancias de la historia reciente de nuestro continente. El insulso y patético debate televisivo entre los primeros de la lista del PSOE y el PP así lo demostró. Un ministro de Justicia fracasado, Juan Fernando López Aguilar, más conocido por sus caricaturas que por sus ideas; se enfrentó a Jaime Mayor Oreja, un busto parlante que representa una idea reduccionista y decimonónica de España. Por no hablar de otros partidos/grupos encabezados por hechiceros de tribus variopintas, extremistas grotescos y nombres de insolvencia intelectual contrastada.Este es el drama. Los 736 diputados que podremos elegir -¿para cuándo listas abiertas?- el 7 de junio decidirán el desarrollo de las políticas financieras, de energía, infraestructuras, libertades civiles, inmigración, economía y comercio, agricultura, seguridad, política internacional y finanzas, con un presupuesto de 116.000 millones de euros. Deberán ejecutar el Tratado de Lisboa y decidir la ampliación de la UE más allá de los 27 miembros actuales. Las directivas europeas están presentes en nuestras vidas desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Y cada vez lo estarán más. Mi consejo es que se olviden de las listas españolas y, si creen en Europa y los logros que hemos alcanzado estos últimos 60 años, analicen el trabajo de los grandes grupos entre los que se divide el Parlamento para tomar una decisión y adaptar su voto. La historia de Berlín lo merece.

PD-I. ¿Por qué la fruta española que se vende en los mercadillos de Berlín es más barata y sabe mejor que aquí? Misterios del libre mercado.

PD-II. Hoy sufriremos, pero ganaremos. Que pase rápido el tiempo...”

Por eso, la ciudadanía está pasando de la campaña. El primer debate entre los candidatos de los dos partidos mayoritarios (antes de ayer, en la 1) lo vimos 2.653.000 personas, un 13’9% de cuota de pantalla. Por debajo de CSI (21’9%) o Física o química (17’9%) y por debajo de la media de TVE-1, que es del 17%.

Mañana hablaré del F. C. Barcelona, a buen seguro. Esta noche es el equipo de todos nosotros. Y merece ganar, porque practica el mejor fútbol. Ha realizado, con Pep Guardiola, el cambio de modelo directivo (en el vestuario). Sir Álex Ferguson, el resultadista, es el pasado. Guardiola es el presente y el futuro. Como lo es el humilde Leo Messi. Yo ya he felicitado a mi amiga Susanna Griso, culé confesa, que se ha marcado un programa con la camiseta blaugrana junto a ella. Hay que hablar de las noticias incluso antes de que se produzcan.