Generación Einstein

Comienzo el otoño en Burgos, a unos 14 grados. Hoy, tres sesiones de coaching y mañana otras tres más. Una maravilla. Cada diálogo de desarrollo me reconcilia con la esperanza y los seres humanos.

No quiero olvidarme de la prensa de ayer. José Antonio Marina (JAM), en El Mundo, nos recordaba la frase de Joaquín Almunia, Comisario europeo para asuntos económicos: “La crisis actual tiene un culpable claro: la avaricia.” Para mi admirado Marina, se trata de una verdad a medias. Cita al Presidente del World Economic Forum, Klaus Schwab: “Los negocios se han apartado de la sociedad. No bastaron decir que el mundo empresarial se ha visto desacreditado por la codicia de algunos presidentes de compañías, pero que la mayoría es de fiar. Lo que se ha vuelto sospechoso es el sistema dirigido por el mercado”. JAM concluye: “Las compañías ahora en quiebra han jugado fraudulentamente con bienes que no eran suyos y, por lo tanto, creo que tienen responsabilidad penal por mala gobernanza. ¿Se atreverá alguien a poner el cascabel al gato?” Me temo, querido José Antonio, que el gato se va a ir de rositas y que el contribuyente (no sólo estadounidense, sino global) va a ser quien “pague el pato” de los desmanes de estos sinvergüenzas.

El País Negocios venía cargadito de buenas reflexiones. Una entrevista con el Premio Nóbel de Economía 2001 Joseph Stiglitz: “La crisis de Wall Street es para el mercado lo que la caída del muro de Berlín fue para el comunismo”. Dice verdades como puños: “las ruedas del comercio se ralentizan debido a la quiebra del crédito. Ninguna economía del mundo puede funcionar bien sin un sector financiero vibrante”. Habla de la deuda doméstica de su país, de la desigualdad (la mayor desde la gran depresión), del estancamiento de los salarios, de la burbuja inmobiliaria. Propone rediseñar el sistema regulador (¿será para parecerse algo al europeo?). Stiglitz cree que es el final del fundamentalismo del mercado. Entonces estamos de enhorabuena.

En las mismas páginas, el periodista Thomas Friedman (El mundo es plano) escribe: “Necesitamos asegurarnos de que lo que ocurre en Las Vegas se queda en Las Vegas y no se traslada a los distritos comerciales. Necesitamos volver a invertir en nuestro futuro y no limitarnos a apostar por él”. CSI Las Vegas.

También en El País Negocios, Santiago Charro titula su artículo El talento no entiende de crisis. Así es. Nos recuerda que el 83% de los ocupados son asalariados, que se han destruido 215.000 empleos en la construcción y que la “guerra por el talento” no ha finalizado: el desempleo ha subido 3’5 puntos hasta alcanzar el 10’44%, pero la tasa de paro de los profesionales con estudios universitarios se mantiene por debajo del 6%. A excepción de los sectores financiero, construcción e inmobiliaria, la demanda de directivos y profesionales de alta cualificación se está manteniendo. Un tercio de las ofertas de incorporación dirigidas a directivos son rechazadas, y este número aumentará con la crisis. Santi concluye: “Es un buen momento para que el talento saque provecho de la crisis”. Estoy plenamente de acuerdo con tu diagnóstico.

En esta línea, Josep M. Sarriegui entrevista a Alberto Grando, Decano de la Bocconi de Milán, que afirma: “Los países han de invertir más en capital intelectual”. Aconseja a los directivos combinar más que nunca sus habilidades duras y blandas (se refiere a las cualidades de liderazgo: construir equipos, transmitir valores…).

Y Borja Vilaseca, un lujo en el periodismo empresarial, trata el Adiós a los jefes autoritarios. “El ordeno y mando, caracterizado por la rigidez, la intolerancia, la prepotencia y las broncas ya no sirve para dirigir” (Gonzalo Martínez de Miguel, Infova). Cita un informe de la Universidad de Alcalá de Henares según el cual el 49’8% de los asalariados sufre la falta de apoyo de sus jefes; el 46’9%, exceso de presión para alcanzar los objetivos; el 45’4%, la sobrecarga sistemática de trabajo y el 44’5%, la rigidez con la que el jefe les controla. Borja recoge opiniones de los primeros ejecutivos de Asistencia Sanitaria Colegial (Ignacio Orce), Mango (Enric Casí), King e-Client (Javier Aguilar), Covirán (Luis de Osuna), Llorente & Cuenca (Olga Cuenca) y DKV Seguros (Josep Santacreu). Magnífico trabajo, Borja. A medida que los jefes tiranos (esos que desprecian cuanto ignoran) vayan desapareciendo de las empresas de nuestro país, mejorará la calidad directiva nacional (y con ella, la productividad y la competitividad).

Por recomendación de Salvador Ordóñez, Rector de la UIMP, he leído hoy Generación Einstein, del holandés Jeroen Boschma (co-fundador de Keesie, agencia de comunicación especializada en el úblico infantil y juvenil). Está claro que Jeroen toma partido a favor de los nacidos a partir de 1981 y por ello llama a la Generación Y con el nombre de Einstein (según él, más listos, más rápidos y más sociables). A quienes nos deja de vuelta y media es a los miembros de la Generación X (nacidos entre 1961 y 1980): negativos (ni contestatarios como los baby boomers, ni postivos como los Einsteins), con vacío ideológico, relativismo moral, mimetismo… Nos llama la Generación perdida.

Los valores de la Generación Einstein, según Boschma, son la autenticidad, el respeto, la autorrealización y el honor. Nada menos. Son Einsteins por creativos y multidisciplinares. Puestos a alabar a los veinteañeros, yo les llamaría la Generación Nadal (Rafa Nadal, el genial tenista,es uno de ellos y personifica los más puros valores). Creo que entrar en juicios de valor (positivos como éste o negativos como los más habituales) es un flaco favor para la tolerancia intergeneracional. No son mejores ni peores que sus padres y abuelos: viven en un mundo más tecnológico, más interconectado, más global. Piensan más en imágenes que en palabras (Generación Leonardo), prefieren trabajar para vivir más que vivir para trabajar (Generación Briatore), desafían a la autoridad formal y prefieren que se les expliquen las cosas (Generación Maverick). Son distintos, y hemos de aceptarlo. A partir de ahí, en todas las generaciones hay clase creativa y clase reactiva. Conviene que diferenciemos el grano de la paja.