Limpiar Beijing

Días de descanso en Madrid. Ayer fuimos a ver el musical La Bella y la Bestia en el Teatro Coliseum. Y hoy hemos ido a ver la película Como la vida misma, que me ha sorprendido muy positivamente.

Hace una semana, le preguntábamos a nuestra guía, Alicia, si había mucha contaminación en Beijing. Ella, bien aleccionada por el poder establecido, negaba la mayor: somos 16 millones de personas y hemos plantado 17 millones de árboles. Nada de contaminación. En absoluto.

Muchos de los que hemos estado allí hemos padecido de toses y apnea del sueño. Hoy Javier Rico titulaba su artículo en El País “El reto imposible de limpiar Pekín”. Recoge la negativa del maratoniano Haile Gebrselassie de acudir a los juegos por la pésima calidad del aire de la capital china. A pesar de los 11.000 millones de euros invertidos por las autoridades, los científicos creen firmemente que una megaurbe como Beijing no puede limpiar su contaminadísimo aire en apenas seis meses.

Al parecer, se han reubicado fuera de la ciudad más de 100 industrias altamente contaminantes, se han sustituido miles de taxis y autobuses por vehículos de combustión más limpia y se ha limitado el tráfico en 1’3 millones e coches menos. Sin embargo, en el mejor de los casos (y no muy probable), Beijing posee 91 microgramos por metro cúbico de partículas en suspensión, cuando la Organización Mundial de la Salud limita hasta 10-25 microgramos por metro cúbico de media anual y entre 25 y 50 microgramos durante 24 horas seguidas.

En la Unión Europea, según el mencionado artículo, la contaminación acaba con la vida de 348.000 personas y reduce la esperanza de vida en 8’6 meses. La Comisión Europea prepara una directiva que limitará en 2015 a 20-25 microgramos por metro cúbico.

En España, 16.000 personas mueren al año por la contaminación y 3.000 por accidentes de tráfico.